La navidad al desnudo (3)

En 1587 el superior del convento agustino de San Agustín Acolman, Diego Soria, obtuvo del papa Sixto V permiso para celebrar del 16 al 24 de diciembre unas misas llamadas de aguinaldos.

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Y no había sitio para ellos en las posadas, dice Lucas 2:7 al describir el nacimiento de Jesús. Señala que María dio a luz a su primogénito y lo acostó en un pesebre. A partir de esta descripción, se ha construido una de las más gratas tradiciones piadosas en torno al acontecimiento fundacional de la era moderna.

Esta mexicanísima costumbre  tiene su origen en 1587, cuando el superior del convento agustino de San Agustín Acolman, Diego Soria, obtuvo del papa Sixto V permiso para celebrar del 16 al 24 de diciembre unas misas llamadas de aguinaldos.

A estas misas, para hacerlas más atractivas a los indígenas, que en el solsticio de invierno  celebraban la venida de Quetzalcóatl -el Sol-, se les añadieron  pasajes bíblicos, luces de bengala y cohetes y piñatas.

Surgidas de la necesidad de cristianizar las costumbres paganas (uno de los actos culminantes del descenso de Quetzalcóatl era el sacrificio de un esclavo joven y fuerte a quien se le vestía como el dios y se le hacían honores antes de ser muerto y su corazón ofrendado a la Luna, acto al cual seguían celebraciones con cantos, música y libaciones), el fraile creó el ritual de nueve días que culminan el 24.

El festejo se inicia con  un recorrido en el que los peregrinos acompañan a José y María a pedir alojamiento. En la última, se reza el rosario, se cantan villancicos y se regala algo de comer (en Yucatán, como explicó el maestro Miguel Güémez, se le llama t’oox a esa colación). 

Pero, ¿qué se pretende con las posadas? Primero resaltar que los padres del Dios encarnado eran unos indeseables por pobres; segundo, que el que llaman Redentor las religiones cristianas nació en un sitio donde se le daba de comer a los animales porque así destaca la humildad de la grandeza; tercero, que sus únicos acompañantes fueron animales y pastores, o sea que a él no le atraen los inteligentes y los poderosos.

Antes de emperifollarnos, sacar las mejores galas y pensar en casa de quién vamos a celebrar, la noche del 24 podríamos meditar en lo aquí relatado. Que Dios conceda a los lectores una Navidad llena de  solidaridad y generosidad.

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