La palabra de Gisela

El derecho a protestar termina donde empieza la violencia, la cual debe ser castigada siempre con apego a las leyes.

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Gisela Pérez de Acha, la joven que encaró a Miguel Ángel Mancera el jueves en la CDHDF (La historia en breve, junio 13 y 16), me hace llegar este texto, con el título “Protestar enfrenta el silencio”. Lo reproduzco íntegro:

“Agradezco a Ciro Gómez Leyva el ánimo democrático de rectificar la información y permitir este espacio en su columna. Sin embargo, el error con mi nombre es menos relevante que la razón de la protesta del jueves: sin contrapeso al poder político del gobierno, cualquier disenso se considera una especie de crimen.

“El derecho a protestar termina donde empieza la violencia, la cual debe ser castigada siempre con apego a las leyes. Pero en el marco de un país democrático afirmar que desplegar una pancarta y gritar ‘protestar no es un delito’, sea ‘violencia verbal’, como lo señalan funcionarios del DF, es una actitud intolerante hacia la crítica y una violación al derecho a la libertad de expresión. Esto es lo que ha pasado en cada protesta de la ciudad durante el mandato de Mancera.

“Ante esto, la ombudsman capitalina guarda silencio y califica los actos de violentos. En lugar de ser un contrapeso, busca complacer a Miguel Ángel Mancera porque su reelección depende del órgano legislativo controlado por él. De nada sirve recitar cifras y logros en un Informe Anual sin cuestionar la represión de la policía hacia los que protestamos en las calles de manera pacífica sin delinquir.

“No es delito decir que no estamos de acuerdo y tampoco es delito gritarlo. La verdad puede parecer violenta para quien detenta la mentira, pero la protesta es eso: un contraargumento al silencio del gobierno”.

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