La palabra del Jefe que faltaba

Aunque no votaría por cualquiera de las presentadas, Diego no descalifica las reformas pero aquilata su mejor sentido para que se llegue a una que no sea “patriotera ni entreguista”.

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Mucho se ha dado a desear el articulista invitado que hoy, por fin, a tiempo y aquí, aborda la reforma constitucional energética. 

Frente a la iniciativa del gobierno, sobresale la voz de Cuauhtémoc Cárdenas, pero hacía falta, del otro lado del espectro ideológico y político, saber lo que piensa otro personaje clave de la historia mexicana y también excandidato presidencial, Diego Fernández de Cevallos. 

Aunque no votaría por cualquiera de las presentadas, Diego no las descalifica pero aquilata su mejor sentido para que se llegue a una reforma que no sea “patriotera ni entreguista”, y me comenta que nada impide lograrlo este diciembre, convencido de que “tan criminal será no hacerla como hacerla mal…”.

Propone que los involucrados hagan “un esfuerzo adicional para corregir, precisar y fortalecer” la reforma que se requiere.

Lo que más llama mi atención es la recomendación de que un artículo transitorio establezca que el Estado, “en una primera etapa claramente definida”, solo pueda celebrar contratos de exploración y extracción de petróleo y sus derivados “en una zona o superficie del territorio nacional expresamente delimitada”.

Una “prueba piloto”, pues, a fin de que cualquier ampliación de la superficie a explotar sea determinada, pero no por Pemex o cualquier otra instancia gubernamental, sino por el mismísimo Congreso de la Unión, con mayoría de dos terceras partes de sus integrantes (como cualquier reforma constitucional).

Y para que Pemex no termine como “chatarra en venta”, recomienda que el gobierno asuma el pasivo de ¡400 mil millones de pesos! que arrastra por concepto de pensiones. 

Entre los problemas que encuentra en la iniciativa de su partido (al que diagnostica padecer un “proceso involuntario de autodestrucción”), es que deja “márgenes amplios e imprecisos para la legislación secundaria”, colocando a Pemex y a la CFE “ante graves riesgos y un futuro incierto, nada halagüeño para el país…”.

Considera, eso sí, que abrir más la participación “es perfectamente racional, recomendable y absolutamente necesario”.

De la del PRD (al que le ve como “único referente” el prestigio de Cuauhtémoc), dice que se limita a retomar las banderas de Lázaro Cárdenas, en vez de utilizar su capital político (es la segunda fuerza) para exigir al gobierno cambios y adecuaciones “sustantivos, que garanticen modernidad” y “aseguren la rectoría del Estado y su verdadera soberanía”.

Respecto de la propuesta oficial, “da la impresión de que el gobierno privilegió envolverse a su modo en la bandera histórica de la expropiación petrolera”, pero ha fallado en la comunicación, porque no “precisa el qué, el cómo y el para qué del cambio que propone”.

En la sociedad halla “sentimientos y percepciones encontrados”, así como una “gran desconfianza ante lo que puede llegar a ser la explotación irracional y abusiva de recursos no renovables”.

Y de los extremistas que pretextan esta reforma para instaurar la barbarie, piensa que apuestan a la impunidad… pero “se saben socialmente muertos”.

Palabra de Diego. 

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