La responsabilidad del PRD

El PRD ha llegado a postular a personajes acusados de los más diversos delitos, desde corrupción hasta asesinato, pasando por compra de niñas, represión y robo.

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Los crímenes cometidos contra los estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa tienen, desde luego, responsables directos. Pero cuando en actos de este tipo los principales culpables son autoridades, y especialmente funcionarios electos, como es el caso del hoy prófugo alcalde de Iguala, hay que preguntarse cómo la sociedad y el Estado permiten que ocurran.

La sociedad, porque el todavía alcalde con licencia ocupó su espacio de poder gracias al voto mayoritario de los ciudadanos del municipio. No fue una designación, no fue una imposición lo que lo llevó a ocupar el cargo, sino la voluntad de los electores.

Porque el derecho del voto trae también consigo la responsabilidad de la decisión. Y tratándose del voto de adultos, es un mal pretexto decir que la gente fue engañada. Los adultos son responsables de sus decisiones, incluso de la de votar sin informarse, por costumbre o por simpatía personal.

El Estado, porque el responsable había sido denunciado por el asesinato de Arturo Hernández Cardona desde 2013 por la senadora Dolores Padierna, con base en las declaraciones de testigos presenciales de los hechos. No pasó a mayores. Su partido no lo expulsó. El alcalde siguió en su puesto. Ni las procuradurías, ni el Congreso del Estado actuaron en su contra. Ni siquiera se le mantuvo bajo investigación.

Pero dentro de las instituciones del Estado, cabe una responsabilidad especial al PRD.

A lo largo de su historia, este partido ha asumido una actitud pragmática en relación con sus candidaturas, principalmente las locales, haciéndose como única pregunta para postular a alguien si éste puede o no ganar la elección.

Aceptada la competitividad del aspirante, no hay consideración ética capaz de detener su candidatura. Así se ha llegado a postular a personajes acusados de los más diversos delitos, desde corrupción hasta asesinato, pasando por compra de niñas, represión y robo.

La masacre de Iguala tiene que marcar un alto a esta forma de seleccionar candidatos.

Renuncié al Partido de la Revolución Democrática en 2007 y hoy estoy políticamente tan distante de él como de cualquier otro.

Sin embargo, a veces lo siento como me cuentan que es perder un brazo: ya no es mío, ya no está ahí, pero, de tarde en tarde, sobre todo cuando llueve, todavía duele. A veces mucho.

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