No es un tema menor que el PAN haya determinado que el voto directo de la militancia decida dirigente y no el Consejo Nacional. El PAN, de origen, ha sido el partido mejor habilitado para ejercer la democracia interna. La democracia acotada a la cúpula fue un discutible procedimiento, pero eficaz en al menos dos aspectos: legitimidad al exterior y unidad en lo interno. Felipe Calderón candidato fue caso aparte: designado a través de una elección primaria; el resultado fue exitoso como fin (tener candidato) y como medio (ganar la elección constitucional).

La democracia del PAN la pervirtieron quienes en el afán de reproducirse en el poder manipularon el padrón de miembros. La situación es seria, porque dañaron en sus fundamentos una de las mayores fortalezas del PAN, rasgo diferenciador respecto a sus competidores. Un ejemplo reciente es el desenlace de la decisión de la candidatura en Torreón; Jorge Zermeño, sin duda la mejor opción, quedó de lado a grado tal que si se decidiera ir por otro partido podría ganar.

Trasladar la decisión a la base sobre quién debe ser el dirigente no es igual que la de candidato presidencial. Las dirigencias deben ser representativas del mapa de poder en el partido. Lamentablemente, la integración del Consejo Nacional se cargó en exceso a favor del grupo del entonces Presidente Calderón, con lo que perdió representatividad respecto a lo que ahora acontece. El remedio fue despojar a ese órgano de su poder decisorio.

El PAN requiere de renovación. El enfrentamiento de los remanentes del calderonismo con el dirigente Gustavo Madero debe resolverse. No se trata de un punto intermedio, sino de dejar atrás lo que es un pesado lastre de desaciertos, negación al proyecto partidario y un ejercicio del poder gubernamental desastroso. Hay una buena cantera de cuadros jóvenes y también una sobreviviente de la tormenta de los doce años de gobierno. Madero ha ganado credibilidad y tiene derecho a la reelección. También Josefina Vázquez Mota es opción a considerar; lo acontecido con la profesora Gordillo le da autoridad para conducir el destino del partido.

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