La segunda vuelta
La reelección consecutiva debilita al sistema de partidos, acaba con la equidad en la contienda y frena la renovación de autoridades.
Un error que comparten políticos y la mayoría de ese subgrupo que se llama politólogos, en especial los que se formaron en posgrados en Estados Unidos, es creer que las reformas deben estar a la medida de ellos y sus prejuicios, no de las personas.
Así, ellos han considerado panacea la reelección consecutiva de legisladores y ahora la segunda vuelta. El consenso trabaja en forma misteriosa y no se sabe adónde lleve. El partido promotor de la reelección consecutiva de legisladores y alcaldes ha sido el PAN y cada día que pasa se han ido sumando políticos de otros partidos, además de voces acreditadas de la academia y órganos electorales.
En realidad no ha habido un examen sobre el tema; por ejemplo, muchos ignoran que la reelección consecutiva como se ha concebido debilita al sistema de partidos, acaba con la equidad en la contienda, abre la puerta a los poderes fácticos y frena la renovación de autoridades como se advierte en Estados Unidos.
La segunda vuelta es novedad reciente. Quien más la impulsó fue Felipe Calderón, creyendo que la segunda opción de PRI y PRD es el PAN. La cuestión es que en México no ha habido debate de legitimidad por el porcentaje de votos, sino por la calidad de la elección. Se cree que es una puerta inteligente para construir gobiernos de coalición, cuando toda la arquitectura del gobierno es presidencial.
Sin embargo, si se continúa con elecciones de malos perdedores, quien pierda la segunda vuelta tendrá a su favor adhesiones adicionales para cuestionar el resultado, ya que la competencia de dos produce una elección polarizada, además de que puede haber un Presidente sin fuerza parlamentaria, salvo que la segunda vuelta también implique la elección de legisladores, lo que es contradictorio con un sistema de tres partidos.
Muchos ilustrados creen que lo que existe en otros países debe ocurrir en México. No hay un examen de la razón de las instituciones propias. Antes de que el consenso cupular tome por asalto al Congreso, se deberá reflexionar sobre qué reforma es la que necesitan los ciudadanos, no los políticos.