La sencillez de un grande

Si hay alguien grande en la canción popular de México y el mundo en estos días, ese es Armando Manzanero Canché.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

La presencia de Armando Manzanero en el Cementerio, la mañana del jueves 20,  para encabezar el paso de su padre, Santiago Manzanero y Manzanero, al sitio que merece entre los inmortales de la canción yucateca, me dejó varias lecciones que aquí quiero compartir.

En primer lugar, la sencillez. Si hay alguien grande en la canción popular de México y el mundo en estos días, ese es Armando Manzanero Canché, el maya menudito que ha paseado su grandeza por todos los escenarios del mundo y junto a los más grandes artistas –reconocido hace poco con un Grammy-, pero eso lo tiene sin cuidado.

Cuando llegó al camposanto minutos antes de la ceremonia, de la mano de su esposa Laura Elena Villa, de inmediato se dirigió a los ejecutantes de la Orquesta Típica Yukalpetén que tomaban la sombra  y, mezclándose entre ellos, los saludó con familiaridad y cariño, como uno más del gremio.

Más tarde, disfrutó cada momento del emotivo acto y, al ser presentada otra grande de la música vernácula, doña Judith Pérez Romero, se levantó de su asiento y fue a plantarle un beso en la mejilla y darle un cálido abrazo. Tras la interpretación por la Típica y su solista Emma Alcocer de la canción que dio fama a don Santiago, Flor de Azahar, tuvo la gentileza de pararse y darle un abrazo a la cantante para agradecerle la interpretación que, a juzgar por sus gestos de aprobación, le gustó.

Cuando terminó el emotivo acto, se tomó fotos, conversó y saludó a quien quiso acercársele, sea joven o adulto, y se dio tiempo de intercambiar puntos de vista con dirigentes de las asociaciones culturales que acudieron ante el Monumento a los Creadores de la  Canción  Yucateca, obra del maestro Luis Pérez Sabido y la sociedad Ricardo Palmerín que preside.

Lo dicho, es privilegio y piedra de toque de los grandes la sencillez. De don Armando deberían tomar lecciones muchos seudo artistas y trepadores de la cultura que no saben que son el esfuerzo y el mérito los que hacen monumentos y otorgan relevancia social. Salve maestro.

Lo más leído

skeleton





skeleton