La triste realidad

Si los líderes de la televisión mexicana tuvieran la visión que tienen las cabezas de la comunicación de otros países, a lo mejor ni necesidad habría de que tuviéramos más canales.

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La televisión mexicana está llena de contradicciones pero hay una que me duele de manera particular.
¿Cuál? La de la gente que se mata para tener una concesión, especialmente en estos tiempos de apagones, reformas y nuevos competidores, pero que a la hora de los trancazos no sale de los mismos tres o cuatro formatos.

A ver, ¿a usted de qué le sirve tener más canales si lo que le van a poner van a ser más telenovelas, más deportes, más revistas y más noticiarios?

¿En qué va a cambiar su vida elegir entre el programa de Laura Bozzo, el de Rocío Sánchez Azuara y entre otros dos o tres talk shows?

¡Finalmente van a ser talk shows! ¡Finalmente van a ser las mismas personas, los mismos trucos y los mismos resultados, nomás que más repartidos!

Si los líderes de la televisión mexicana tuvieran la visión que tienen las cabezas de la comunicación de otros países, a lo mejor ni necesidad habría de que tuviéramos más canales.

Así como estamos podríamos elegir, en igualdad de circunstancias, entre muchos formatos. Uno de los que más me enloquecen, por ejemplo, es el de los reality shows.

No puedo creer que existan tantos, en tantas naciones, que les muevan tantas cosas, a tantos millones de personas y que generen tantísimos millones de dólares en utilidades y que aquí estemos como estamos.
¿Cómo? Haciéndole creer al público que los reality shows son malos, que no han evolucionado desde 2000 y 2001 y produciendo tan poco.

Era para que las pantallas mexicanas, tanto de televisión abierta como de televisión de paga, estuvieran atascadas de ejercicios de televisión real.

¡Pero no! ¡Casi no los hacemos! ¡Casi no los vemos! ¡Casi no le sabemos!

¿Por qué defiendo tanto a los reality shows? Porque no hay mejor espectáculo en el universo que la realidad.

Usted podrá divertirse alucinando con las ficciones pero, aunque suene a lugar común, la realidad supera a la fantasía.

Además, los reality shows contribuyen a la democratización de las sociedades, le permiten a gente común y corriente, de cualquier edad, sexo y nivel, tener acceso a las cámaras y micrófonos como la mayor de las estrellas.

Esto, por supuesto, obliga a las verdaderas estrellas a hacerlo mejor, a superarse.
No y ni hablemos de lo que sucede a nivel comercialización, costos y beneficios, porque jamás acabamos.

Los reality shows, más que televisión, son antitelevisión los necesitamos. ¿Por qué no los hacemos? ¿Por qué no hacemos más? ¿Por qué no los hacemos bien?

En este momento hay muchos tipos de programas de televisión real, canales enteros como TruTv y RealityTv que únicamente se dedican a eso. ¿Cuáles son sus favoritos?
Tenemos los reality musicales como American Idol, Dancing with the Stars, La voz y The X Factor.

También los reality shows de oficios que van de los policías, luchadores, cocineros y tatuadores a los peluqueros, los leñadores, los traileros y los subastadores pasando por cazadores, diseñadores de moda y todo lo que usted quiera, guste y mande.

Pero espérese, también tenemos los reality shows sádicos, esas producciones donde lo que queremos es ver sufrir a los demás, que se rompan el cuello, que hagan el ridículo, que se la pasen pésimo como Killer karaoke y Splash, famosos al agua.

¿Y qué me dice de las emisiones de esta clase que giran alrededor de las competencias extremas como The Amazing Race, Survivor y La isla?

¿O de los reality shows de personajes? Sí, de gente real que o es muy talentosa o muy mediocre o muy popular o muy extravagante como Joan Rivers, Cyndi Lauper, Kesha, Jennie Garth, Ryan Lochte, Gordon Ramsey, Rachel Zoe y Steve Seagal.

Y aquí le paro porque jamás voy a acabar. Esto da para libro. Es todo un tema de reflexión a nivel mundial e, incluso, a nivel latinoamericano.

México no solo se está quedando atrás en la creación de telenovelas originales; estamos a años luz de otros países que ya fueron y vinieron en la producción de reality shows como Argentina y Colombia.
¿Qué está pasando? ¿Por qué no estamos aportando? ¿Por qué no estamos proponiendo? ¿Por qué no estamos participando de este fenómeno?

¿Ya se puso usted a pensar en todo lo que nos estamos perdiendo y en todo el dinero que nuestras televisoras están dejando de recibir?

La bronca de lo poquito que hacemos en este país no es lo poquito que hacemos, sino que no nos hemos propuesto desarrollar un mercado, en donde los anunciantes se peleen por participar y donde el público conozca las reglas del juego.

¿Resultado? Los clientes no reciben los beneficios que podrían recibir, el dinero no llega a donde podría llegar, las audiencias no gozan de lo que podrían gozar.

Y la gente se pelea por babosadas en las redes sociales, no por lo que se tendría que pelear a la hora de hablar de televisión. Qué triste, ¿no? ¿O usted qué opina?   

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