El tema de la violencia ha cobrado importancia hoy desde varios puntos de vista, como el hecho de que en nuestra vida diaria presenciamos y estamos expuestos a todo tipo de actos violentos, desde individuales hasta masivos. La corrupción, las mentiras y los engaños son permitidos, solapados y aceptados por la sociedad como algo inevitable con lo que se tiene que aprender a vivir, y a utilizar, si se quiere sobrevivir.

La violencia intrafamiliar y la violencia de género se han convertido en un problema de salud reconocido a nivel nacional y mundial. Este hecho da la pauta de la urgencia de educar a la población a todos los niveles, formar conciencia de los alcances de la cultura de la violencia y su consecuente daño social. Además de educar a niños y adolescentes, hay que educar a padres y maestros, autoridades, jueces, hombres y mujeres en general.

Es necesario modificar leyes, cambiar la forma de perseguir y sancionar la violencia y que el manejo de las emociones forme parte de los programas educativos en todos los niveles, de educar de manera que las normas sociales consideren inaceptable las conductas de violencia en la familia, en la sociedad, en las instituciones. 

La violencia es prevenible, se pueden prevenir conductas violentas desde edades muy tempranas. Muchas veces no nos damos cuenta de que una conducta es violenta, puede parecernos “normal” o pasajera y eso puede deberse a que no hemos tenido alternativas  que nos permitan actuar de otra manera. 

La violencia y el comportamiento delictivo tienen sus orígenes en el estrés, la tensión, la presión, los ambientes jerárquicos discriminatorios, el tipo de educación familiar y escolar, entre otros. Para la solución y la corrección de situaciones relacionadas con la violencia se requiere implementar un programa integral de prevención enfocado a modificar patrones sociales y culturales muy arraigados. Un programa que proporcione medios alternativos y herramientas para la solución de conflictos sin utilizar la violencia.