#LadySenadora, o ¿no sabes que te están grabando, güey?

La senadora sabe entonces que cayó en las arenas movedizas del ridículo.

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Lo extraordinario del episodio de la senadora quintanarroense Luz María Beristain, desde ayer #LadySenadora, es constatar cómo hay personajes públicos que se aferran a un mundo que ya no existe: el de la era pre-redes sociales.

Si se observa el video de la senadora y la empleada de mostrador de VivaAerobús, se encontrará un altercado como los que se registran a diario en los aeropuertos. La cosa gira en forma radical cuando Luz María se ostenta como senadora. Y dado que una camarita graba sus palabras y gestos, ¡pum, pase lo que pase, está perdida!

El video se vuelve viral y se funde con los medios electrónicos. La senadora sabe entonces que cayó en las arenas movedizas del ridículo. Y cada esfuerzo que hace para tratar de salir (conferencias de prensa, entrevistas) parece hundirla más. Quizá sobreviva, pero será por largo tiempo #LadySenadora. La que “maltrata a los empleados y practica el influyentismo”, aunque no sea rigurosamente cierto.

¿No sabía que lo que hizo y dijo en el mostrador se multiplicaría inmediatamente al infinito? ¿No conocía las historias de Miguel Sacal, las #LadiesdePolanco, #LadyProfeco? Justo o no, los personajes públicos están condenados al riesgo instantáneo de la demolición moral. Es un mundo muy cruel, pero así es. Cualquier exceso puede ser registrado y reproducido con un objetivo: sumirlos en el ridículo.

Roberto Saviano, el narrador italiano, lo sintetizó muy bien el fin de semana en un artículo sobre la naturaleza feroz de las redes: “La aberración se considera de culto”.

Es decir, no hay nada más cool que ridiculizar, lastimar, joder. Creo que la senadora no lo leyó.

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