Las larguísimas colas de quienes nos gobiernan

Si Ciro Gómez Leyva preguntó con toda razón ayer ¿qué espera señor Presidente?, con respecto a la casa blanca, hoy habría que preguntar ¿por qué callaron los partidos de oposición?

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Es reveladora la reacción de los partidos políticos frente a la revelación de la casa de los Peña comprada a un importante proveedor del gobierno.

Silencio.

En cualquier otro país del mundo, el reportaje de Aristegui hubiese sido un manjar delicioso e irresistible para la oposición, no se acabarían las conferencias de prensa, las intervenciones en la tribuna. Por mucho menos los presidentes del partido han puesto (inútiles) denuncias frente a la PGR.

El silencio ha sido estruendoso.

Porque si Ciro Gómez Leyva preguntaba con toda razón ayer ¿qué espera señor Presidente?, hoy habría que preguntar ¿por qué callaron los partidos de oposición?

No es producto de la casualidad que sean las reformas que tienen que ver con la corrupción las que se han quedado olvidadas en el cajón del Pacto por México y sería muy tonto culpar solo al gobierno de ese olvido.

La tragedia mexicana tiene parte de su origen en que lo que une a nuestros partidos es la facilidad con la que se han corrompido cuando tienen posiciones de poder. Nadie se ha salvado. Hay matices, pero no muchos.

Lo único que se ha democratizado es la pasión de políticos y funcionarios por el dinero del erario. Todos tienen su César Nava, su René Bejarano, su Moreira, su Duarte, su Granier, su Julio César Godoy, los chamacos Bribiesca…

La federalización del dinero arrancada hace un par de décadas, en lugar de dar poder a los ciudadanos más allá del Distrito Federal, lo que hizo fue enriquecer a los gobernantes de los estados. Supongo que habrá algunos que no agarran un peso. Pero no son ni los más ni los que mandan.

Es por eso, por ejemplo, que nuestras leyes electorales siguen siendo generosas con los partidos, no solo en los montos, sino en complicar la fiscalización real. Frente al Congreso hoy, por ejemplo, hay un borrador de ley de transparencia que fortalecería el poder ciudadanos para saber qué y cuánto tienen los gobernadores y funcionarios locales. Eso, me dicen, ya está siendo objetado por los partidos.

Veremos cómo termina el asunto de la casa ahora que la primera dama dé explicaciones. Lo que ya va quedando claro es que temerosos de que les saquen a la luz sus casas y sus coches y sus relojes y sus barcos y sus cuentas… los de oposición han quedado exhibidos.

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