Las dos palabras clave que repitió Enrique Peña Nieto en su gira por Estados Unidos y Canadá, en sus reuniones con Barack Obama y Stephen Harper, fueron “integración” y “competitividad”. También acentuó el término “conectividad”.

Estas palabras revelan mucho de lo que estaremos viendo dentro del gobierno de Enrique Peña. En varios foros ha insistido —a mí me lo dijo para Forbes hace unos días— en que el capital no tiene fronteras; que está en contra del proteccionismo, y que está a favor de los procesos que México ha iniciado para integrarse más a otras naciones.

Pero Peña se topará de frente con un cúmulo de empresarios mexicanos poco versados sobre la realidad global. Enconchados. 

Provistos para solicitarle protección y subsidio. ¿De qué talento empresarial, entonces, dispondrá Peña para materializar el “éxito” que ha prometido a los mexicanos? ¿Con qué empresarios cuenta de verdad?

La respuesta —ni modo— está principalmente en las empresas globales, y solo raquíticamente en una que otra empresa mexicana.

Urge que el Presidente electo Peña renueve al Consejo Ejecutivo de Empresas Globales, que prácticamente está desaparecido, y que era el interlocutor idóneo para la inserción de México en la globalización.

¿Quiénes están ahí? Siemens, GE, HP, GlaxoSmithKline, Nestlé, Monsanto, Axa, Walmart, Unilever, American Express, DuPont. Y otras más; aunque faltan muchas de las que invierten en México: Nissan, Samsung, Volkswagen, Ferrero, Cisco…

Ayer pasé por la construcción de la nueva planta de Nissan en Aguascalientes, y se percibe lo poderoso de las empresas globales. Son formales; hacen las cosas bien. Punto. El sitio, al lado del aeropuerto, se ve monstruosamente poderoso y bien diseñado.

¿Quién más está haciendo algo similar en Aguascalientes? Nadie. ¿Qué empresario local de esa entidad puede presumir que se come el mundo global? Nadie.

Ante el notorio vacío empresarial de esta década, y ante la urgente y visionaria necesidad expresada por Peña para meter a México en la competitividad global, urge que el discurso de este sábado devuelva al ciudadano-emprendedor la tarea que siempre le correspondió: la de crear la riqueza del país. No el gobierno. No. Lo empresarios.