Las escobas de don Florencio Mena

Pocas amas de casa recuerdan las escobas hechas con plantas endémicas y usadas como artículos de limpieza.

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Con el paso de los años, la modernidad permite la diversificación de uno de los artículos de limpieza usados cotidianamente en el hogar: la escoba.

Pocas amas de casa recuerdan las escobas hechas con plantas endémicas y usadas como artículos de limpieza. 

Se recordará que para barrer el patio era más eficiente  la escoba de ch’ili’, en tanto que para el interior de la casa  se acostumbraba la escoba de palma de chiit

Para suavizar la escoba, algunas abuelitas y mamás la remojaban en el agua donde se sancochaba la ropa blanca. Esto permitía barrer hasta el último polvito que se acumulaba en los rincones de la casa.

Hoy, pocas personas se dedican a la elaboración de escobas. Don Florencio Mena Balam, oriundo del poblado de Tixméuac, a sus 89 años,  aún realiza esta labor. 

Nos comenta que proviene de una familia que se dedicaba a la elaboración de escobas, sus abuelos y tíos realizaban esta actividad que alternaban con las labores del campo. 

Explica a detalle que elabora sus escobas con palma de chiit, una madera de un arbusto que crece recto (siliil) que sirve de mango o palo, en uno de cuyos extremos se colocan tres capas de palma que se sujetan con unos clavitos y alambre, de tal modo que se obtiene una escoba de forma redonda. 

Las palmas se seleccionan por tamaño y quedan dispuestas en dos o tres capas para obtener el largo adecuado, previamente se corta la hoja desde su inicio –el “pezón de la palma”-, posteriormente se extiende al sol pero sin que quede totalmente seca. 

Luego se serena para que la hoja pueda ser manejable. Nos comenta don Florencio que el rocío de la mañana suaviza la hoja y evita que la palma se rompa durante el acomodo y el proceso de amarre, por esta razón esta actividad se realiza en las mañanas. 

El palo de la escoba tiene que ser de siliil para que no se doble con el tiempo y con el uso. Dice que una escoba cuyo mango se dobla no sirve y no dura. 

Después de armar cada escoba, las asolea nuevamente para que no les salga moho y se pudra la palma.    

Con los años que lleva a cuestas don Florencio, le es más difícil hacer el trabajo de la milpa, pero puede seguir haciendo escobas y también se dedica al cuidado de sus palmas. 

A las nueve de la mañana ya elaboró diez escobas que vende a una  tienda del pueblo y quienes conocen la calidad de su trabajo le solicitan pedidos de hasta cincuenta escobas o más.

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