Las horas difíciles del PRD
El partido está dividido y ha perdido claridad de rumbo. Regresar a la intransigencia puede generar una aparente unidad, pero significa la baja del PRD respecto a Morena.
Tiene razón Jesús Zambrano en ponderar la suscripción del PRD al Pacto por México. La apertura de Pemex a la inversión privada pudo haber ocurrido con o sin Pacto; el acuerdo del gobierno con el PAN hubiera sido suficiente para los cambios constitucionales. En la perspectiva de la izquierda, el PRD impidió una reforma fiscal gravosa a las mayorías, también impuso su músculo para profundizar la reforma en materia de telecomunicaciones. Su aval a la educativa neutralizó parte del rechazo magisterial y sus aportaciones a la electoral y otras reformas fueron consecuentes con la postura del partido. Más aún, el PRD logró un virtual acuerdo para la reforma política para el DF y que sus gobernadores tuvieran apoyo en sus dificultades económicas y políticas, especialmente los de Oaxaca y Guerrero.
Desde el punto de vista programático el balance es muy positivo; desde 1996, cuando en el gobierno del presidente Zedillo se abrió a la democracia al DF, no hay registro de acuerdos de magnitud tal que le den relieve a la agenda de la izquierda. El problema que enfrenta es de orden político, producto de las divisiones de siempre. Con falsedad, al Pacto y a Los Chuchos se les ha responsabilizado en la facilitación del acuerdo que llevó a la reforma energética; la realidad es que la ausencia del PRD en la mesa volvió inevitable el acuerdo del gobierno con el PAN.
Es cierto, el contenido de la reforma de la discordia es más próximo a la propuesta del PAN que a la original del gobierno; también los errores en la reforma electoral se deben al abandono e indolencia del PRD; la ambigüedad o rechazo abierto al acuerdo le dio al PAN un poder enorme de negociación frente al gobierno. Lo peor es que de persistir el PRD en la misma actitud, mayor será la dependencia del PRI y del gobierno respecto al adversario ideológico de la izquierda. Efectivamente, la orientación de la reforma energética la dio la derecha y lo que venga adelante sería en el mismo sentido. Al parecer, ahora y no obstante la evidencia, al PRD se le dificulta entender el pragmatismo del actual grupo gobernante; por igual se pueden ir con la izquierda en la reforma fiscal que con la derecha en la energética.
El PRD está dividido y ha perdido claridad de rumbo. Regresar a la intransigencia puede generar una aparente unidad, pero significa la baja del PRD respecto a Morena. La reforma electoral llevará a la pérdida de registro de todos los partidos pequeños, excepto el PVEM y Morena. De mantenerse el PRD en una postura paralela a Morena, haría inevitable la candidatura presidencial de López Obrador. Cuauhtémoc Cárdenas puede servir de contención y lograr que el PRD tenga candidato propio, posiblemente Miguel Ángel Mancera, pero se requiere pragmatismo, difícil por la secuela de la reforma energética. El PRD debe dejar atrás debates perdidos y perfilar la agenda de los cambios que dicta su programa. La agenda social es lo suyo: consolidar a sus autoridades y lograr alianzas para obtener el mejor resultado posible en 2015.
La salud del líder moral de la izquierda corta para dos lados: por una parte, vuelve inevitable pensar en el retiro o en una actividad menos intensa de Andrés Manuel, lo que afecta su liderazgo y la convicción sobre la fatalidad de su candidatura presidencial; por la otra, le da una visibilidad y simpatía consecuente con el tipo de liderazgo y convocatoria de López Obrador. El carácter emotivo y providencial de su propuesta se ve reafirmado al superar sus problemas de salud. Lo acontecido con Hugo Chávez o el gobernador Fausto Vallejo son ilustrativas.
No es del todo cierto que sea la ausencia de López Obrador la razón del fracaso de la movilización contra la apertura de Pemex a la inversión privada. En realidad el tema es muy sensible solo para una minoría de la población; para muchos hace más sentido el argumento sobre la baja de tarifas y productos de energía que una postura nacionalista; no hay sentimiento de despojo por la simple razón que los mexicanos no advierten que el petróleo sea propio, ni siquiera que sea manejado en su beneficio. Para la izquierda es imposible reconocer, pero la postura del PAN era más próxima a lo que muchos sienten o piensan respecto al petróleo y lo que debe hacerse con Pemex.
La consulta popular para revertir la reforma energética es una trampa que lleva al autoengaño. La interpretación del PRD sobre la nueva ley, todavía por aprobarse, es emotiva, pero jurídicamente muy frágil. Como muchas de las causas de la izquierda, dignas pero imposibles. Ganar votos con su exigencia no es rentable e impide abordar temas urgentes para la izquierda. Sin duda, horas difíciles para el PRD.