Las Malvinas, ficha de conveniencia
Las Islas Malvinas, un inhóspito pedazo de tierra en el Atlántico Sur, han sido un punto de conflicto desde la época de la colonia y durante la independencia de Argentina.
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En medio del caos de la guerra pasaron de manos inglesas a argentinas y de vuelta, e incluso se convirtieron en el emporio de un aventurero: Luis Vernet, quien se autoproclamó “comandante supremo” y hasta le pidió ayuda a los ingleses por si Argentina reclamaba el territorio.
Las islas pasaron a formar parte de los territorios de ultramar de Inglaterra en 1833 luego de múltiples litigios por la pesca de focas y la inspección abusiva a balleneros norteamericanos.
Desde entonces perdieron interés real por parte del gobierno de Argentina hasta que las nuevas reglas del comercio y los intereses estratégicos les hicieron notar el error que habían cometido al olvidarse del archipiélago. Coincidió este momento con la crisis económica y política que afectaba al país austral a causa del mal gobierno de la junta militar que encabezaba el sanguinario Leopoldo Galtieri. En medio de una histeria colectiva muy bien orquestada se sembró la semilla para el más aventurero y estúpido plan de invasión jamás llevado a cabo en América. Con un puñado de barcos, algunos de la II Guerra Mundial, tropas desmoralizadas y algunos misiles Exocet, las tropas argentinas desembarcaron en las llamadas Falkland por los ingleses, ante la atónita mirada de los ciudadanos del Reino Unido que vieron transformarse su bucólica existencia de pingüinos y focas en un infierno de aviones y disparos.
Mientras tanto, en Buenos Aires la gente se volcaba a las calles en medio de un sentimiento de nacionalismo frenético, tal como deseaba la junta militar.
Como es de esperarse, Inglaterra envió una fuerza expedicionaria que luego de varios combates, alguna que otra escaramuza, un par de barcos hundidos y muchas vidas de jóvenes argentinos segadas, recuperó las islas y propinó una humillante derrota que le costó a la junta militar su permanencia en el poder.
Ahora estamos viviendo un renacer de la aventura de las Malvinas y del uso del nacionalismo para desviar la atención. El gobierno de Cristina Fernández está de nuevo encendiendo las calderas de la belicosidad en medio de una seria crisis económica, que ha motivado que hasta teman perder el avión presidencial a causa de un embargo, y los ha obligado a rentar nada más y nada menos que un avión inglés para los viajes de la pintoresca señora. Todo mientras despotrica contra el gobierno británico y hace caso omiso de la voluntad de la totalidad de los habitantes de las Malvinas, que con sufragio han expresado su deseo de permanecer siendo ingleses y miran con recelo a su enorme vecino y su escandalosa presidenta.
PS: China está legislando para eliminar los campos de trabajo forzado, un buen síntoma, luego de millones de muertos, más vale tarde que nunca.