Laura Bozzo

Todos los contenidos de Laura Bozzo en su programa de Televisa son por y contra los sentimientos del ser humano.

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La vida privada de famosos y desconocidos es negocio, un rating imparable, un suceso mundial. La noticia de presidentes con amantes, príncipes en calzones o cantantes orinando en el mar son acontecimientos que merecen importancia en medios de comunicación impresos, televisivos y radiales. Las redes sociales son lo primero que hace Trend Topic: aquello que perjudica a las almas en su verdad más íntima. El escarnio a humanos puede conducirlos al suicidio (como la princesa Diana). Y nadie ha hecho nada por reglamentar esa información.

Hay desconocidos, igualmente atendibles, suculentos, morbosos, dignos del rating. Un parto en el Metro sin preguntarle a la madre si permite utilizar su nombre, fotos y circunstancias sociales en que trae un niño al mundo. O aquel gordo de 140 kilos que exhiben como si fuera El hombre elefante. La noticia como sangre que emana lástima, risa, compasión y desamparo: esas misas de televisión, con canal propio donde se hacen exorcismos y sanaciones, a nivel nacional. Ganancias en millones de pesos.

A las empresas que se dedican a este negocio contratan gente  sin la más mínima moral y ética para la cobertura de estos sucesos.

Todos los contenidos de Laura Bozzo en su programa de Televisa son por y contra los sentimientos del ser humano. Que lloren, se desesperen, sufran, cuenten una vida desgraciada, sujeta a la peor tragedia de su existencia. Ella, a cambio, dice arreglar sus vidas, las llena de esperanza, las alienta a sobrevivir, les exprime sus entrañas para que crean que la televisión puede hacerlos felices. A eso fue a Acapulco: a grabar rostros ahogados de agua y muertos de sed, en el lodo. Imágenes, por otro lado, que hemos visto en la televisión, digamos, profesional.

Ella no es la única, no, pero es la mejor para sacar lo peor del ser humano: fobias, crímenes, golpes, racismo, clasismo, todo aquello que embrutece y no es civil.

No me ocuparía de una mujer así. Que se ocupe la empresa para la que trabaja —y el Estado—, responsables de si hacen o no uso de recursos públicos. No me importa en lo más mínimo enderezar la moral de alguien que no entiende de ética. Por eso sigo sin entender por qué Carmen Aristegui se metió en ese problema: la rebajó, la acabó mediáticamente, aunque todos sepamos que Aristegui tenga la moral de su lado, el rating, hoy, es para Laura Bozzo: Masa contra.  

 

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