Las lecciones del terremoto

Cada metro recorrido del asfalto de las amplias avenidas de la Ciudad de México parecía interminable, en ese instante era la capital del dolor y la desgracia.

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Ayer 19 de septiembre se cumplieron 30 años de los fatídicos terremotos ocurridos a temprana hora, en la Ciudad de México, y vino a mi mente el recuento de los daños materiales y ambientales que dejan los desastres naturales cuando se presentan con gran fuerza.

Ese evento me dejó una marca muy clara de definir: ¡miedo!  Y es que los que estábamos en ese momento en la capital y vivimos la tragedia, fuimos testigos de miedo, dolor, muerte, tristeza y sobre todo desesperanza. Una desesperanza que se acentuaba a cada cuadra que caminabas.

Cada metro recorrido del asfalto de las amplias avenidas parecía interminable, en ese instante era la capital del dolor y la desgracia.

Un evento de esta magnitud también deja a su paso un daño ambiental considerable: la destrucción de árboles, la contaminación de cuerpos de agua y el riesgo de propagación de enfermedades.

Pocas personas saben que el cemento y la varilla de construcción convertidos en escombro son residuos de manejo especial, y están regulados por ley en normas federales y estatales.

Es decir, los restos de edificios que pasaron a formar parte por largo de tiempo de montones de fierros retorcidos y cemento fracturado, al no ser bien manejados para su disposición final, provocaron algunos daños ambientales en la desgarrada Ciudad de México. 

Los Residuos de Manejo Especial (RME) son subproductos que se generan en los procesos industriales y actividades comerciales y de servicios. Como subproductos no deseados deben ser confinados bajo ciertas normas.

Incorporados a tales residuos, se generan otros derivados del consumo, operación y mantenimiento de las demás áreas que forman parte de las instalaciones industriales, comerciales y de servicios, como son  oficinas, comedores, sanitarios y de mantenimiento, los cuales, por sus características, se consideran Residuos Sólidos Urbanos (RSU), que, en volúmenes superiores a 10 toneladas por año o su equivalente en otras unidades, se convierten en RME y están incluidos en la Norma Oficial Mexicana 161-SEMARNAT-2011 que establece cómo manejarlos. 

Algo que siempre recordaré es que en ese fatídico 19 de septiembre a más del dolor y la desgracia pude constatar algo importante: NO hubo un solo acto de rapiña, nadie le robó nada a nadie. Ese es el México que guardo en mi corazón. Lo triste es que a 30 años de distancia esa verdad  podría ser totalmente distinta.

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