Lecturas utópicas
La obra de Tomás Moro, Utopía, es una de las más conocidas y fue inspirada en su amigo Erasmo de Rótterdam.
En sábados pasados mencioné a Tomás Moro (1478-1535), quiero hoy retomar el hilo, con él voy tejiendo estas líneas que compartimos, en torno a su escritura. Poeta y traductor, escritor de textos históricos y de epigramas, autor de obras de carácter religioso y de biografías de personajes públicos; se conservan también de él algunas de sus cartas y un conjunto de sus oraciones, siendo quizá su obra más conocida la titulada Utopía (1516), inspirada en su amigo Erasmo de Rótterdam, y muy bien recibida por el entorno intelectual de los días renacentistas.
La obra combina los relatos ubicados en el género de la narrativa junto a pasajes redactados a partir de la descripción; la voz de los personajes va siendo recreada a través del uso continuado del diálogo a lo largo de todo el texto. El libro incluye igualmente mapas en los que se ilustran cada una de las características explicadas en el relato.
El argumento global está orientado hacia la finalidad de darle a conocer al lector la vida cotidiana que transcurre en la isla llamada Utopía, dejándonos saber sus características físicas –tanto las relativas a la naturaleza como las vinculadas a la arquitectura–, así como las condiciones sociales, políticas y religiosas que configuran la vida de sus habitantes.
Existen dos traducciones del vocablo utopía –palabra creada por el inglés Tomás Moro–, la versión más difundida ha sido la que da idea de un lugar bueno, y de este sentido se ha derivado el uso coloquial que hacemos del término; la segunda acepción de la palabra es la de no lugar, concepto que nos remite, desde la intelectualidad humanística de los años del Renacimiento hasta la intelectualidad posmoderna de nuestros días, muy particularmente a las teorías filosófico–antropológicas del francés Marc Augé.
Bueno, parece ser que el hilo del relato continuará creciendo, ahora en otra dirección, y desde luego, en otro sábado.