Libera la culpa

Las relaciones humanas siempre están en proceso de cambio; es natural que así sea. Algunos matrimonios y amistades “muy estables” se terminan o se transforman.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Ahora dejo de culparme y de culpar a otros y elijo la serenidad y la libertad- Anónimo                                      

Cuando todo va bien en nuestras relaciones familiares, sociales y laborales nos sentimos a gusto y nuestra autoestima aumenta. Sin embargo, cuando tenemos desacuerdos y conflictos en una o más de estas relaciones nos sentimos mal e intranquilos. Esto sucede porque en cada aspecto de la vida contamos con otras personas. 

Las relaciones, sobre todo las más cercanas, nos proporcionan alegrías y bienestar y, a veces, gran dolor. Todo en la vida implica relaciones, primero con uno mismo y después con los padres, hermanos, pareja, hijos, amigos, etc. Hay que recordar que tenemos muchas cosas buenas que ofrecer en las relaciones interpersonales: compañía agradable, comprensión, afecto, confianza, amistad sincera y respetuosa, escucha y a veces ayuda desinteresada para salir de alguna situación desesperada. Hay muchas maneras de decir y hacer para sentirnos y hacer sentir a otros nuestra presencia amorosa y buena voluntad. 

Las relaciones humanas siempre están en proceso de cambio; es natural que así sea. Algunos matrimonios y amistades “muy estables” se terminan o se transforman. Lo importante es notar cuando se presenta una crísis y con honestidad ver lo que la está provocando para manejarla inteligentemente y aunque se hacen presentes las emociones y los sentimientos, podemos reflexionar y aceptar la parte que nos corresponde en esa situación para corregirla. No basta pedir perdón sino, en lo posible, enmendar el error. 

La idea de culpar al otro, a veces por la propia falta, es tentadora. No  vale. No se logra nada y causa malestar y dolor. Se necesita valor para dejar de culpar a quien con sus acciones nos ha herido. La verdad es que el hecho de culpar nos provoca resentimiento y rencor que tanto daño hace y nos mantiene atados a aquella situación.  

Cuando menos, se puede empezar por la buena voluntad de dejar de culpar. Se recuperan el equilibrio, la serenidad, energía y atención para centrarse plenamente en uno mismo y en la propia vida. Libres de ataduras, volveremos a tener paz en la mente y alegría en el corazón.  

¡Ánimo! hay que aprender a vivir.

Lo más leído

skeleton





skeleton