Lo del 'Washington Post', ¿resultado del 'cambio de paradigma'?

Necesariamente el éxito tiene que pasar por los dineros.

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La venta del Washington Post y del Boston Globe, muy por debajo del valor económico de hace unos años, confirma el arribo de una nueva era. El hecho es emblemático del cambio de paradigma; su referencia visible. Se trata, en este caso, de dos diarios de extraordinaria tradición periodística que se han vuelto comercialmente inviables a pesar de su espléndida calidad. 

El hecho de que el adquirente del Post sea el empresario Jeff Bezos, un ícono del éxito empresarial del comercio en línea, dueño y creador de Amazon, ilustra la nueva realidad en el mundo y, en particular, la de la información y comunicación.

Hay quien anticipa la futura desaparición del papel: el libro o el periódico reemplazados por medios digitales. No lo creo. Lo mismo se dijo del cine cuando surgió la televisión y luego el video, y no ocurrió así. Lo que sí sucedió, de entonces a la fecha, es una transformación importante del cine, igual que está ocurriendo con el libro o los diarios informativos en estos tiempos. 

El reto ahora es la coexistencia, como en toda transformación profunda, su expresión es la crisis de lo existente. Quien no lo entienda y carezca de la visión o de la capacidad para ajustarse a la nueva realidad será arrollado por el cambio.

Estoy convencido de que el nuevo paradigma que impone la revolución tecnológica en las comunicaciones no conlleva la desaparición del papel; libros y diarios sobrevivirán, pero los proyectos empresariales que los soportan deberán transformarse de manera profunda. Hay casos de éxito y otros que con dificultad van adaptándose. 

El eje de la evolución es la dictadura que impone el consumidor, un sujeto demandante en constante proceso de cambio de gustos y que no hace concesiones. Para unos, la revolución en curso enajena y aliena; para otros, como es mi caso, es un escenario pleno de oportunidades que tiene riesgos, pero que también potencia nuestras capacidades y libertades. 

El mundo de internet es la muestra: las redes sociales han sido una forma inédita de relación y vinculación social que, insisto, no desplaza las existentes, únicamente las transforma y, eventualmente, las enriquece.

El contexto y las reacciones ante lo acontecido con el Post son ilustrativos del cambio en curso. El Washington Post es uno de los diarios líderes en el mundo por su calidad editorial y precedentes históricos, como fue el Watergate. No obstante, para cualquier empresa la viabilidad es el balance de resultados; ser bueno, incluso el mejor, no es suficiente. 

Necesariamente el éxito tiene que pasar por los dineros. Las dificultades del Post y el Globe las están padeciendo muchos diarios en el mundo: las personas se informan a través de medios digitales, privilegiadamente por la red. En sus espacios electrónicos, los diarios generan, de manera fatal e inevitable, a su propio competidor. La salvaguarda del acceso por suscripción al sitio web, como lo han hecho el New York Times, en Estados Unidos, o Reforma, en México, atenúa, pero no alivia la crisis de fondo: la baja en lectores del medio impreso y de sus anunciantes. 

Multimedios (MILENIO) ha apostado con éxito por la diversidad de medios, a lo que su nombre alude. Lo cierto es que es fundamental entender que la red tiene otro lenguaje y que el anuncio ahí opera de manera distinta. No es igual la lectura de la noticia en el papel que en la pantalla del smartphone, el iPad, el Kindle o de la computadora. 

El punto es que la decisión no está en el proveedor de información, sino en el receptor, el consumidor; de ahí que la comprensión de su código y de su evolución en el corto, mediano y largo plazo sea crucial.

Amazon es un caso singular de éxito. Inició en 1995 con la venta de libros online; su razón social de origen era Cadabra.com, y el nombre posterior se debe al río sudamericano que aparecía en los primeros lugares de la lista de títulos de libros en venta. Su éxito económico y como producto revolucionario fue espectacular; de los libros pasó a la música, el formato digital potenció la venta y en 1999 Time Magazine calificó a Jeff Bezos como el personaje del año. 

Una visita a Amazon muestra la gran variedad de productos en oferta: de computadoras y cámaras fotográficas a ropa, joyas, zapatos, vinos y muchos otros artículos, incluyendo la tableta electrónica Kindle, dispositivo a la medida para la lectura de libros digitales, video y acceso a redes sociales.

Siempre ha sido difícil la relación entre la calidad editorial y las exigencias del negocio que hace posible los proyectos periodísticos. Los medios son un factor real de poder e influencia en todos los órdenes de la vida social; pero, aunque inevitablemente deben estar en equilibrio, siempre será sana la separación de ambos objetivos. 

En general, no se hace periodismo para ganar dinero, sin embargo, es imprescindible que la empresa que lo soporta o sustente sí tenga utilidades razonables, de otra forma todo se viene al suelo. El problema ahora es que los diarios en papel se venden cada vez menos y los anunciantes van a la baja. Pero el negocio no depende del tiraje, ni de los patrocinadores de publicidad, eso, en efecto, deriva de los lectores, que son los que están mudando de hábitos en el consumo de información.

La dictadura del consumidor es el signo de los nuevos tiempos y entenderlo es el desafío, porque la demanda se impone, por mucho, sobre la oferta. Los casos de éxito empresarial de estos tiempos tienen mucho que ver con ello, especialmente en la industria electrónica y en la del entretenimiento. 

Sin duda, Jeff Bezos ha entendido el nuevo paradigma. De allí su éxito. Por ello, se equivocan quienes asocian su incursión en el Post con altruismo o periodismo propiamente. La trayectoria y experiencia de este empresario nos permiten anticipar que su aporte terminará siendo un precedente en la forma de distribuir información noticiosa.

De una u otra forma el papel, al igual que el periodismo, habrá de trascender el tiempo. Estimo que la potenciación de libertades y las posibilidades inimaginables de comunicación e interacción que impone el nuevo paradigma plantean un reto significativo para los medios de comunicación e información. 

Lo que ahora atestiguamos es un signo más de la revolución tecnológica en curso. En el camino se quedará quien no la entienda. Y lo mismo vale, cada día más, para la política y el buen gobierno.

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