Lo negro de la redistritación

Mucho más allá de los intereses de partidos políticos, y del brindis con champagne en el búnker perredista instalado en el Ayuntamiento de Benito Juárez...

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Mucho más allá de los intereses de partidos políticos, y del brindis con champagne en el búnker perredista instalado en el Ayuntamiento de Benito Juárez, lo cierto es que la redistritación ha sido un salto al vacío, un endemoniado retroceso que debiese preocupar a todos los quintanarroenses, no sólo a los priístas que son los damnificados confesos.

Comprendo el criterio que lanza distritos a Cancún por su aplastaste poderío poblacional, pero esa disposición deja descobijada a la mayor parte de las zonas del estado, sean municipios o simplemente regiones: sur, centro, zona maya.

Las caras largas y el insomnio en el PRI me tienen sin cuidado, ya que ellos deben hacer frente a esta nueva realidad política. Pero mi preocupación trasciende lo electoral porque esto es una cuestión que se manifiesta en las urnas y acaba en ese minuto fatal. Me inquietan en cambio los efectos devastadores de esta sentencia que atenta contra los intereses de Quintana Roo.

La redistritación ha sido defendida o condenada por dos bandos con sus respectivos  simpatizantes, como un partido entre América y Las Chivas. Una noticia favorable a la preservación del mapa distrital vigente hasta el proceso de 2010 tuvo a los priístas como los grandes favorecidos, pero en cambio el mapa que será ocupado en este proceso inminente es festejado por los perredistas y sus damos de compañía ubicados en el PAN.

La situación política de Quintana Roo es peculiar, y por ello la receta debe tomarla en consideración, ya que entidades como Oaxaca y Nayarit tienen realidades que ameritan un trato diferenciado.

Los defensores de la redistritación son como aquellos que escuchan del pastor religioso la palabra incuestionable, reaccionando como autómatas para repetir un criterio que no encaja en Quintana Roo, ya que lo deja a la intemperie en el 80% de su territorio.

La concentración de distritos no resuelve problemas políticos, ya que la representación no es reforzada por el simple hecho de que la mayor parte de quienes habitan en Cancún no sabe ni jota del asunto, y en estos momentos no se ha dado por enterada y cuando lo sepan también les tendrá sin cuidado.

Tan sólo el perredista Carlos Vázquez Hidalgo ha advertido que cientos de quintanarroenses no podrán votar en esta elección local porque fueron excluidos al ser descartadas 16 comunidades.

Pero otras voces no las he escuchado hasta el momento, a no ser el activismo ejemplar de mi amigo Luis Ramón Villanueva García, quien encabeza el Comité Pro Defensa de los Límites de nuestro estado.

Siempre se ha dicho que Cancún está sub representado, mientras el sur ha conservado posiciones indebidas. Pero un análisis de las diputaciones plurinominales derrumba esta falsa creencia.

Y es que las únicas diputadas plurinominales del Partido Acción Nacional son Patricia Sánchez Carrillo y Yolanda Garmendia Hernández. Ambas son de Cancún. Por cierto, este partido tan sólo representa al norte del estado.

Y en cuanto al Partido de la Revolución Democrática, sus diputados son José Antonio Meckler Aguilera y Alejandra Cárdenas Nájera. Yo tampoco lo sé de cierto, pero imagino que también son de Cancún.

De Ramón Loy Enríquez, tan sólo sé que es el esposo de Ludivina Menchaca Castellanos, y claro que vive en Cancún. Manuel Tzab Castro, solitario diputado de Nueva Alianza, también radica en Cancún.

Los únicos plurinominales del sur son Eduardo Espinosa Abuxapqui y Mauricio Morales Beiza, del PRI y PT.

Lo inaceptable es permitir que la mayor parte del estado quede sin representación, privilegiando a un sitio como Cancún que ya cuenta con una clase política que acapara las diputaciones plurinominales, despreciando al resto del estado.

Aquí radica lo negro de una redistritación que no acepto, sin que me importen las caras largas del PRI. Lo grave es que Quintana Roo ha sido el gran derrotado, y no cuenta con defensores porque lo único que importa es el ganar en la contienda inminente.

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