Lo que el tiempo nos dejó

La piel tiene el papel más visible en el envejecimiento y éste puede ser por el simple paso del tiempo.

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Una lectora sabatina me envió esta frase: “La edad de un hombre es la de la piel que besa” y puede interpretarse como una filosófica y optimista reflexión o simplemente como una arenga de los “raboverdes”, pero también puede motivar algunas consideraciones sobre ese lapso que transcurre entre la concepción y la muerte de un ser humano, que puede dividirse en 3 actos: crecer, madurar y declinar,  pero qué otro verbo los  puede  resumir: envejecer; existe cierta analogía con las 3 etapas de una faena taurina, sólo que en ésta el juez concede el cambio de tercio y en la vida a veces ni nos damos cuenta que han ocurrido.

El proceso biológico de la vida está determinado por factores intrínsecos como los genéticos que han sido heredados y los extrínsecos como los ambientales, la dieta, la actividad física pero sobre todo el estrés que podría definirse como el agotamiento de las reservas físicas y/ o emocionales que hacen que el cuerpo trabaje a marchas forzadas y esto acorte el rendimiento vital; en este grupo hay que incluir al tabaquismo que es una práctica sumamente dañina para la salud porque no sólo afecta al suicida que la ejerce sino también al prójimo  que lo acompaña, por eso un barbudo influyente panista no consiguió un amparo para los fumadores. Si don Fidel V. no hubiera fumado quizá continuaría regenteando a la CTM.

Los factores extrínsecos son totalmente modificables y es responsabilidad individual su observancia.

La piel tiene el papel más visible en el envejecimiento y éste puede ser por el simple paso del tiempo (cronoenvejecimiento) y el más importante, el factor solar (fotoenvejecimiento) que van dejando sus huellas en la superficie cutánea, sobre todo en las áreas más expuestas al sol, manifestándose  por la pérdida de sus fibras que se traduce en arrugas y flacidez, cambios pigmentarios como  las manchas obscuras circulares (lentigos) o pequeñas manchas blancas, áreas de costras duras (queratosis actínicas) que pueden anteceder al cáncer, adelgazamiento de la piel  que hace ver la prominencia de los huesos  de las manos, fragilidad capilar que produce hemorragias superficiales (moretones) al mínimo contacto y tumores benignos y malignos.

La piel con el paso del tiempo va perdiendo sus características juveniles que son el momento de su máximo esplendor y el objetivo del arsenal de que dispone la dermatología cosmética, para intentar devolver o conservar las características de este efímero periodo -juventud divino tesoro, te vas para no volver...-; el uso racional y profesional de estos recursos puede conducir a un envejecimiento digno, pero su abuso al ridículo.

Un rostro maduro sin arrugas, que ha perdido sus facciones y la expresión, prácticamente ha perdido también su identidad. El precio de vivir es el envejecer.

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