Los 75 años del PAN

Las mayores dificultades de Acción Nacional no tienen que ver con las diferencias internas, sino con su relación con la sociedad.

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No es el mejor momento del PAN cuando conmemora 75 años de fundación. Ha habido mejores circunstancias. El PAN está dividido, situación explicable después de una derrota electoral, como le sucedió al PRI después de la elección del año 2000. Las dificultades mayores no tienen que ver con las diferencias internas, sino con su relación con la sociedad. El PAN ha ganado mucho, ha gobernado municipios, estados y hasta el país. Esto ha cortado para bien y mal, pero el poder le lleva al difícil dilema de conciliar proyecto de origen con oportunidad política.

Angelo Panebianco, el más acertado estudioso de los partidos, los entendió como son en realidad. Transitan del idealismo al pragmatismo. Son espacios en los que su oligarquía prefiere la pureza originaria y la estabilidad frente a la inclusión y el cambio. Convergen idealistas, casi siempre sacrificados, frente a los oportunistas, aquellos que tienen con el partido un vínculo interesado. La presión de ganar elecciones, necesidad de todo partido con vocación de gobierno, los lleva a disyuntivas difíciles de resolver y, con frecuencia, a sacrificar valores o principios.

Dice Gustavo Madero que el reto del PAN no es ganar elecciones, sino construir una nueva cultura y una ciudadanía más comprometida con la democracia, la transparencia y el combate a la corrupción; pocos días después el coordinador parlamentario en el Senado, Jorge Luis Preciado, anunció la suspensión de su relación con el gobierno federal a raíz del diferendo con el gobernador de Sonora, Guillermo Padrés, quien encara problemas legales y políticos por la construcción en su propiedad de una represa sin la aprobación de la Conagua.

Las diferencias entre el PAN y el gobierno se atemperan por el encuentro con los secretarios de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y del Trabajo, Alfonso Navarrete. Asiste el gobernador acompañado del dirigente nacional del PAN, a manera de dejar en claro la determinación de éste de apoyar con todo a su gobernador, uno de los tres panistas auténticos que quedan. El mensaje también es claro: primero las afinidades, después la ley y los ciudadanos.

Las circunstancias adversas del PAN resultan de los numerosos escándalos de sus miembros, algunos de muy menor jerarquía, que revelan las fragilidades tan comunes en los políticos de cualquier lugar, de toda sigla. En el PAN estos incidentes cobran mayor factura porque de origen se ha autoimpuesto un estándar ético superior. Por ello que los del PAN sean como los de cualquier otro partido sí hace nota. El PAN ya no puede pretender edificar una nueva cultura y construir una nueva ciudadanía, eso estaba bien para el México rural de los 40. El PAN debe representar una opción de gobierno, esto es, que es mejor que sus competidores en el poder.

La vara es alta. Los mismos panistas reconocen del PRI mayor habilidad en los asuntos del gobierno; la corrupción de sus adversarios deja de tener el peso del pasado, no porque hayan dejado de ser corruptos, sino porque el saldo del PAN en el ejercicio del poder nacional, estatal y local se han igualado. Aún así, de los tres partidos dominantes el PAN es el que tiene menor rechazo, la cuestión es que esto no se acompaña con la idea de que sea mejor para gobernar, por eso no es el más votado.

El reto del PAN es definir el terreno en el que se dirima la disputa por el poder (la gran habilidad de López Obrador). Su circunstancia ya cambió, dejó de ser la opción ciudadana y digna del pasado. En perspectiva, parece que la economía ofrece mejores condiciones. El tema del salario mínimo está en el espectro adecuado, pero ese asiento ya está ocupado, tan así es que el debate lo conduce Miguel Ángel Mancera y más bien pareciera que el PAN va de acompañamiento.

El tema fiscal le viene al PAN mucho mejor. Además, allí sí navega solo y le permite diferenciarse de sus adversarios por la reforma aprobada por el PRI y PRD. Es difícil entender por qué el PAN ha abandonado el tema. Bajo la exigencia de un cambio al sistema hacendario ganaría aliados en todos los frentes y daría a sus candidatos en los comicios de 2015 una propuesta y discurso popular, unificador y constructivo. Esto es, en el imaginario popular presentaría a un PAN que sí sabe qué hacer con el poder.

El PAN ha sido autor de muchas victorias, no todas dignas. La más penosa es la del triunfo del centralismo versus los municipios y los estados. Es una paradoja porque lo mejor del PAN no ha estado en el centro, sino en la periferia. Además es una victoria que contradice el proyecto de origen. La ciudadanía vigilante a la que aspira no está en el centro, mucho menos en la burocracia y los costosos órganos autónomos, sino en las comunidades, en los municipios, en las personas.

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