Los “comisionados” del SNTE

Amparados en leyes sindicales elaboradas a modo para mantener sus privilegios, cientos de profesores cobran sin pisar un aula de clases o una escuela...

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Amparados en leyes sindicales elaboradas a modo para mantener sus privilegios, cientos de profesores cobran sin pisar un aula de clases o una escuela, dedicados a supuestas “labores” de uno de los sindicatos más poderosos por su número de afiliados: el SNTE.

Los números son fríos: son más de 200 “profes” comisionados oficiales del SNTE, los cuales se dedican a todo, menos a educar.

El problema es añejo y nunca se ha atendido a fondo, aunque la fallida Alianza por la Calidad de la Educación del sexenio calderonista pretendió colocar ciertos candados a la rampante corrupción en el magisterio, los privilegios de los zánganos del SNTE permanecieron intactos.

El SNTE es una pesada carga para las finanzas públicas, pues mantener a esos 200 comisionados cuesta a la federación y al estado más de 50 millones de pesos anuales, dinero cuyo destino se supone debe ser aplicado al fortalecimiento educativo.

En cambio, los millonarios recursos sirven para mantener a un grupúsculo de lo peor que tiene el magisterio, cuyo principal trabajo es urdir estrategias políticas para seguir enriqueciendo a los dirigentes y a sus compinches.

Esa es la razón de que en el SNTE los comisionados se han convertido en una herencia maldita, pues cada líder de la Sección 25 ha impuesto a sus cuates en las carteras, los cuales se aferran a la comisión sindical como perros hambrientos a un hueso, todo para evitar regresar a tomar el gis y el borrador en un aula.

Así, muchos de los comisionados llevan entre 15 y 20 años, y ni Dios padre los ha podido regresar a las escuelas, salvo que la ocupen como refugio anticiclónico.

Para colmo, los ex líderes gremiales se convierten en comisionados “vitalicios”, pues hasta el momento ninguno ha regresado a trabajar tras cumplir su periodo de abnegado trabajo en defensa de los derechos de los trabajadores de la educación.

Eso sí, se llevan a sus dos o tres fieles escuderos como choferes y compra tortas, los cuales prefieren convertirse en chalanes de sus jefecitos antes de educar los niños y jóvenes quintanarroenses.

Al tomar el poder, el actual líder del sindicato, Rafael González Sabido, llegó muy “sácale punta” asegurando que todos los comisionados que estuvieran enquistados en el sindicato por más de una década serían regresados a las aulas, sin consideración. Prometió una limpia y una renovación en el personal sindical.

Pero como más pronto cae un hablador que un cojo, pasaron los días, los meses y ya casi un año, y el tibio dirigente no solo no cumplió su promesa, sino que cayó en los mismos vicios al comisionar de manera directa a varios de sus cuates y amigotes, además de los cuates y amigotes de su asesor de cabecera, el eterno comisionado Arturo Alvarado Martínez.

Desde su llegada al poder, Rafael González se ha encargado de engrosar la cantidad de comisionados en el sindicato, los cuales se distribuyen en las innumerables carteras del organismo y en funciones del partido de la caída Elba Esther Gordillo: Nueva Alianza.

En efecto, el Partido Nueva Alianza (Panal) recibe doble financiamiento, pues además de percibir lo que le otorga la autoridad electoral para su funcionamiento, que no es poco dinero, sus empleados y trabajadores no cobran salario, ya que están siendo pagados –y muy bien- por el gobierno gracias a la figura de la comisión.

Con el inicio de las campañas en puerta, los padres de familia temen que más maestros abandonen las aulas para sumarse a la “grilla”, cosa muy común en estos tiempos, mientras que muchos de ellos esperan ganarse la confianza del “jefe” en el partido o en el sindicato para gozar de las mieles en el nido sindical.

Esto se tendría que acabar. Los cacicazgos y las comisiones eternas del SNTE han hecho mucho daño a la educación, pues mientras miles de niños cada año sufren por falta de maestros, más de 200 profesores prófugos de las aulas se dedican a rascarse la panza y a urdir pillerías.

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