Los crímenes de odio y resentimientos latentes

El reciente asesinato de nueve personas en una iglesia de Carolina del Norte es un hecho que repugna por igual a las personas de bien de todas las razas, religiones o niveles sociales de la tierra...

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El reciente asesinato de nueve personas en una iglesia de Carolina del Norte es un hecho que repugna por igual a las personas de bien de todas las razas, religiones o niveles sociales de la tierra. Detrás de este crimen prevalece un conflicto interracial que no se reduce a la visión simplista del odio de blancos a negros. 

Es innegable que la mayor parte de la violencia se ha llevado a cabo en ese sentido desde la introducción en América en general de los esclavos africanos. Esta tragedia, sin embargo, no sólo se reduce a Estados Unidos, es el denominador común de todas las naciones con mezcla de razas. 

En el país que me vio nacer, Cuba, a pesar de la propaganda oficialista de igualdad racial, la realidad es diferente y el racismo es aplastante en todas las esferas; empieza desde su variante más simple del “inocente” chiste de los negros hasta el odio total a esa raza.

Las frases de “mírale el color y perdónalo” o frotarse el antebrazo con un dedo para indicar discretamente la raza de otra persona fueron el denominador común de mi infancia. 

Ya de adulto constaté que el desprecio y el odio eran mutuos y arraigado en los más recónditos rincones de la idiosincrasia americana. Al convivir en un ambiente universitario del sur de Estados Unidos pude palpar ampliamente el enfrentamiento entre clases y la tensa calma que mantenían las leyes implementadas por los presidentes Johnson y Nixon. 

Muchas veces viví conflictos raciales entre alumnos y entre profesores y alumnos. En una ocasión un estudiante jamaiquino increpó fuertemente a un profesor con un resonante apellido alemán, diciendo que su calificación baja era producto del racismo, a lo que el profesor respondió enseñando una foto de su esposa de raza negra y su hermosa hija mestiza. 

En la universidad los estudiantes no se mezclaban interracialmente y la propia institución estaba en un marcado barrio exclusivamente negro, no había una sola familia blanca viviendo allí.

Lo mismo pasaba pero al revés en barrios como Coral Gables en Miami donde no hay ni una familia negra viviendo. El racismo y el odio inherente que conlleva, tanto de blancos a negros como de negros a blancos es una cruz a cuestas que llevamos todos los americanos, producto de nuestra propia idiosincrasia y la tara que cargamos de nefastos tiempos pasados y de leyes infantiles que intentan paliarlo como el “Affirmative Action”. 

Espero que las nuevas generaciones sepan vencer estos estigmas y el futuro de la humanidad sea el mestizaje total. Es poco notado, pero mientras sigamos viendo “razas puras” tenemos el indicador de que éstas no se mezclan y si no lo hacen es por prejuicios y racismo pues el amor no tiene colores. América debe volverse mestiza, creo que es la única solución a muy largo plazo de la maldición del racismo y del dolor que éste trae.

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