Los desmemoriados

Los dirigentes de los partidos han declarado que las elecciones en México no son creíbles a pesar de contar con un sistema que se comenzó a depurar y perfeccionar desde la apertura democrática de 1976-79.

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Lo que ocurre en México es un lamentable espectáculo de desmemoria. Los mexicanos tenemos al parecer teflón en la cajita de los recuerdos, tanto para los buenos como para los malos. Y la penosa exhibición que hemos visto previa a los 14 procesos electorales que hoy culminan da cuenta de ello.

Resulta ahora que, tras la labor de zapa que Andrés Manuel López Obrador enfiló contra las instituciones electorales, los dirigentes de los partidos han declarado que las elecciones en México no son creíbles a pesar de contar con un sistema que se comenzó a depurar y perfeccionar desde la apertura democrática de 1976-79 y que tuvo en 2000 como resultado la primera alternancia en la Presidencia de la República.

Desde 2006, la izquierda populista se ha empeñado en descalificar al sistema electoral mexicano con más denuncias y escándalos mediáticos que pruebas contundentes. Y ahora, a partir de 2012 que regresó a la oposición, el PAN ha adoptado la misma estrategia.

Pero hablábamos de la desmemoria. Y también desde el PRI parece que apuestan a esa falta de memoria que es un mal nacional. El regreso de personajes de las catacumbas del priismo más impresentable a la administración federal da cuenta de ello.

Entonces, tenemos una sociedad poco dispuesta a aprender del pasado para mejorar el futuro. Los únicos destellos de censura al mal comportamiento de la clase política se dan ahora por fortuna y por desgracia en la propaganda negra de las campañas, en las revelaciones de algunos medios y en las redes sociales, donde el asqueroso comportamiento de los políticos y sus familias es exhibido en vivo y en directo.

Los partidos y su clase dirigente poco compromiso e interés tienen en depurar sus prácticas. Todos los días les reclaman a sus contrincantes las malas prácticas que aplican ellos mismos todos los días. Su discurso es hueco, cínico e hipócrita.

Al final los partidos, sus dirigentes y sus candidatos no están a la altura de las necesidades de los mexicanos y nosotros aún estamos lejos de encontrar la ruta para que rindan cuentas y resultados los políticos, como empleados que son pagados de nuestros impuestos.

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