Los intocables de una buena reforma hacendaria
Hace un año nos dijeron que lo peor del mundo era el déficit y ahora lo presumieron como necesario.
El Presidente de la República ha presentado una reforma hacendaria que corrige muchos de los huecos que por años habían hecho en nuestros códigos fiscales los otros fácticos, los que se dedicaban a crear mecanismos complicados para lograr pagar los menos impuestos posibles.
Van algunos: Régimen de consolidación, deducción inmediata de la inversión; régimen simplificado y deducción de operaciones con partes relacionadas.
Iguala nuestros impuestos a otras partes del mundo, como en el caso de las operaciones en Bolsa; aumenta la tasa de impuestos a los que más ganan en 2 puntos y limita las deducciones; le acota privilegios fiscales al todopoderoso sector del transporte.
Esto, entre otras medidas, incrementará en 240 mil millones de pesos la recaudación para el año próximo, según Hacienda.
Hay más: hace un año nos dijeron que lo peor del mundo era el déficit y ahora lo presumieron como necesario (aunque transitorio, advierten) e incluyeron la palabra prohibida en el calderonismo: “contracíclico”.
Además, el gobierno la llenó de impuestos políticamente correctos: que si para que no tomemos refresco, que si para que no consumamos combustibles ni usemos plaguicidas #yasí. Hasta aumentaron el estímulo fiscal al cine de 500 a 650 millones de pesos al año.
Al mismo tiempo, el gobierno aprovechó para empezar a construir la estrella de su propuesta de gobierno desde la campaña: un sistema de seguridad social universal. Lo anunciado ayer está muy acotado, las reglas parecen complicadas en una primera lectura y llamarle universal es un exceso, pero va por el camino correcto.
Es por esto que no entiendo, porque la reforma no fue más agresiva frente a los grandes vividores del régimen: los gobernadores.
Lo más concreto es un cambio en las reglas y la fórmula de asignación del Fondo de Fomento Municipal, con el que, quienes se atrevan a cobrar predial y lo hagan bien, recibirán más en la repartición. Nada más.
Según datos de Hacienda de 2011, en el país los estados recaudan 10 por ciento de su ingreso total. Los municipios, 19 por ciento. El que más recauda, el DF, no llega a 40 por ciento.
Es el Estado perfecto: no cobro impuestos y gasto como quiera. A esta reforma no le faltó IVA, le sobró respeto para los mantenidos.