El 10 de mayo es un día en el que la mayoría de las familias celebran, reconocen y agradecen la entrega y amor de la madre de familia.

Durante generaciones la madre jugó un papel preponderantemente doméstico, en el que su labor y responsabilidad principal o única consistía en hacerse cargo de la casa, la comida, la ropa y todo aquello que necesitaran el marido y los hijos para desarrollarse; la madre habría de proveer todos los servicios domésticos necesarios para facilitar que los demás miembros de la familia pudieran realizar sus actividades escolares o laborales.

Pocos se preguntaban si estas mujeres tenían o no otras inquietudes, se daba por hecho que esta labor era suficiente para satisfacer a cualquier mujer.

Las mujeres que trabajaban fuera del hogar eran la excepción y muchos hombres procuraban evitar que sus esposas trabajaran fuera de casa, pues eso significaba que descuidarían el hogar, además de que estarían expuestas a interactuar con otros hombres, lo cual significaba un riesgo para su matrimonio.

A mediados del siglo pasado el estatus de la madre y su labor  doméstica comenzó a cambiar, en muchos casos la mujer tuvo que salir a trabajar fuera del hogar para completar el ingreso familiar, en otros casos debido al abandono o ausencia del padre proveedor se convirtió entonces en jefa de familia.

En la actualidad, el 25% de las familias mexicanas están a cargo de la mujer, quien, además de seguir cumpliendo las obligaciones domésticas, tiene bajo su responsabilidad el sustento familiar. Mucho ha cuestionado la sociedad tradicional la llamada liberación de la mujer y su papel fuera del hogar, sin considerar que ha sido la necesidad y en gran parte la irresponsabilidad masculina las que ha sacado a la mujer del hogar.

Ahora la mujer exige oportunidades laborales, exige sueldos equitativos, exige oportunidades de desarrollo. Sigamos festejado a las madres de familia en su día, pero también luchemos para que esas madres de familia cuenten con el apoyo y solidaridad de gobierno y sociedad.