Los olvidados de la FILEY
La edición del año pasado rompió récords de asistencia a eventos similares en el Estado.
Este año se realiza la Feria Internacional de Lectura Yucatán 2013, del 9 al 17 de marzo, en las instalaciones del Centro de Convenciones Siglo XXI y el Museo del Mundo Maya. Si bien la edición del año pasado rompió récords de asistencia a eventos similares en el Estado (alrededor de 50 mil personas lo largo de 7 días), vale la pena tomar en cuenta algunas consideraciones para ediciones venideras.
La FILEY es organizada por la UADY en colaboración con editoriales, empresas privadas, instituciones gubernamentales y asociaciones civiles. Este magno esfuerzo realizado para la promoción de la lectura, la literatura y el libro como producto comercial ha resultado una fiesta de la palabra y el pensamiento en el sentido amplio.
Sin embargo, cabe reflexionar sobre cómo este evento redunda en beneficio de los escritores, comunicadores, artistas e intelectuales yucatecos que colaboran, ya que el año pasado fue notoria la distancia establecida por los organizadores y su director, Rafael Morcillo, entre los locales y los participantes que vinieron de fuera.
Para decirlo en pocas palabras: los invitados que viajaron a expresa invitación del comité organizador recibieron pago de honorarios por sus intervenciones, invitaciones a comidas y cenas privadas y otras prebendas de las cuales no pudieron gozar los de nuestro estado. Éste menosprecio y discriminación fue groseramente evidente, ya que en las charlas de pasillo uno se iba enterando por amigos y colegas escritores de otras partes de dichos beneficios, los cuales pudieron gozar discretamente previa advertencia de Morcillo, ya que no eran para todos por “falta de presupuesto”.
Más allá de asistir a fastuosas comidas en haciendas y cenas en residencias exclusivas, considero que a los escritores, intelectuales y artistas yucatecos deben pagarles su trabajo, que para los que se dedican exclusivamente a las labores de la palabra no sólo es un estilo de vida sino fuente de ingresos.
Como vemos, quedó fuera cualquier clase de remuneración: ni una constancia, ni una comida y sin honorarios de ningún tipo. Lo cual resulta incongruente e insultante ya que, fuera de los invitados especiales, el grueso de la programación está constituido por eventos en los que participa el talento local. Yo -y creo que muchos- nos preguntamos: ¿quién si no los yucatecos contribuyen a sostener la FILEY como tal y la han hecho lo que es hoy?