Los partidos y su patética reforma electoral

Los panistas demostraron una vez más que ven a la política y a las elecciones como un asunto privado en el que lo importante no son los ciudadanos, sino el dinero,

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Los partidos políticos mexicanos, todos, demostraron su pequeñez, su mezquindad y su falta de altura de miras en la aprobación de la reforma político-electoral.

Una vez más demostraron que están más preocupados por el poder y el dinero que por la salud de la República. En unas cuantas pinceladas quedó claro el tamaño liliputiense de los políticos mexicanos y sus partidos.

Los perredistas, en voz de Alejandro Encinas, criticaron las facultades “metaconstitucionales” del Instituto Nacional Electoral que hoy preside Lorenzo Córdova Vianello y resulta que ahora a ellos mismos les sorprende el poder que tiene ese organismo para intervenir en los procesos electorales locales cuando fueron los principales impulsores de una legislación electoral que limitara la influencia de los gobernadores en los comicios municipales y estatales.

Pero no solo eso, los priistas demostraron el terror que le tienen a las coaliciones al impedir que esa figura absolutamente válida en cualquier sistema democrático esté cancelada, prohibida en los procesos electorales federales mexicanos.

Y para acabarla, los panistas demostraron una vez más que ven a la política y a las elecciones como un asunto privado en el que lo importante no son los ciudadanos, sino el dinero, al intentar, sin éxito, que se abriera la llave del financiamiento privado a los partidos y las campañas, lo que, en pocas palabras, hubiera sido declarar que las candidaturas y los comicios en México estaban legalmente abiertos para ser comprados por el mejor postor. Por fortuna eso no ocurrió.

Y para acabarla de amolar, el senador panista Roberto Gil Zuarth, ex secretario particular de Felipe Calderón, puso su granito de arroz para enturbiar el proceso cuando coló la pensión vitalicia para los magistrados electorales en la minuta de la reforma político-electoral que fue enviada a la Cámara de Diputados por el Senado.

Como siempre, nos quedamos con una reforma político-electoral a medias, sin definiciones contundentes, sin reglas claras, equitativas y definitivas, que garanticen la certeza, credibilidad y confianza en los comicios mexicanos y sus resultados. Qué pena, ¿para esto nos tuvieron esperando tantos meses, para eso patalearon, vociferaron, amenazaron y pontificaron? Para nada, su reforma no va a servir para nada.

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