Los “tentáculos” del Quinto Poder

Los Estados Generales previos a la Revolución Francesa definían las esferas de influencia política y social en tres poderes: la nobleza, el clero y el pueblo...

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Los Estados Generales previos a la Revolución Francesa definían las esferas de influencia política y social en tres poderes: la nobleza, el clero y el pueblo, categorías que permanecieron y se transformaron dependiendo de la sociedad, hasta la creación del término cuarto poder, en referencia a los medios de comunicación. 

La irrupción de internet y las redes sociales en teoría supondría mayor poder para el cuarto poder, dada su capacidad de difusión, sin embargo, el “mando” que la red de redes provee a sus usuarios excede por mucho los límites que la prensa misma se ha establecido para ser ella misma, generando con ello un caudal informativo y social demasiado poderoso para considerarse como un simple apéndice de los medios. 

Twitter y Facebook dan a los usuarios la posibilidad de saltarse los convencionalismos y las reglas, permitiendo sino la interacción total, sí el contacto directo de la sociedad civil con los gobernantes y líderes de opinión en diversas ramas, sin las trabas de una secretaria o vocero. Lo curioso de estos medios es que, la mayoría de las veces el ciudadano no necesita de mucho para sentirse satisfecho, escuchado o atendido, pues basta con expresar su duda, opinión o malestar, para considerar cumplida su misión. 

Un “quinto poder”. En eso se convirtieron las redes sociales gracias a la adopción en masa por parte de una sociedad que poco a poco vio minado su poder en el régimen, perdiendo la voz que se suponía les representaba en el tercer y cuarto estamentos tradicionales. Este “nuevo” elemento en la ciencia de gobernar ya no es objeto de desdén en México como hace apenas un lustro; medios de comunicación, sociedad civil “fuera de línea” y la política, son influenciados por cualquier tendencia que emane de Twitter y se convierta en “hashtag”, al grado que, si no se cuenta con experiencia, incluso les dicta la agenda, sea o no realidad lo que les vendan. 

La esfera de influencia de la web y sus redes sociales excede por mucho el ámbito “político” y teórico. Todos, incluso aquellos que no son versados o asiduos seguidores de estos medios de difusión, tomamos algo de ellas, pues su constante presencia ha cambiado los elementos más impensables de la cotidianeidad y el lenguaje, unas veces para bien, otras, para mal. 

Pensemos en nuestro comportamiento y costumbres más nimias, al tiempo, profundas. El uso de internet en los teléfonos móviles nos permite acceso sin fin a la información, prácticamente nada está fuera de nuestro alcance intelectual, a costa de nuestra capacidad de retención, pues es mucho más cómodo entrar a la red y consultar la Wikipedia, que aprender o recordar un hecho histórico o significado: sin darnos cuenta, sacrificamos nuestra memoria en aras de la comodidad. 

En el lado positivo, el “quinto poder” crea un verdadero sentido de comunidad y afinidad, especialmente en problemas sociales, generando con esto un frente que tiene más peso al exigir solución ante las autoridades, y en menos tiempo, que siguiendo los canales tradicionales, mismos que no han tenido de otra más que aceptar la interacción con la sociedad vía las redes sociales. 

Internet y las redes también influyen en situaciones subjetivas como la lengua, tanto, que algunos sectores intelectuales ven “amenazado” el poder de las academias ante el imparable poder de los usuarios para “crear” significados y adoptar vocablos externos para definir su realidad “online”, con muchísima más rapidez y lógica que ellas; al grado que, cuando estos institutos por fin actúan, se considera más una reacción para salir al paso de la realidad, que una labor consensuada de sus miembros.

Hasta ahora, el “quinto” poder mantiene su calidad social sin mayores problemas, sin influencias peligrosas más allá de la ignorancia y fanatismo de algunos sectores fácilmente reconocibles por los propios usuarios. Sin embargo, esta relativa independencia representa también uno de sus principales fallas: ¿hasta qué punto pueden los usuarios de las redes sociales llevar la voz cantante sin caer en la autocracia y autocomplacencia? Pues la simpatía que hoy causan, puede convertirse en la guillotina de mañana. 

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