Los viajes de Peña Nieto y el fracaso de nuestro federalismo

Más allá de que Peña vaya a obtener algún rédito político de sus viajes, nadie más que el gobierno federal es capaz de empezar a enfrentar el desastre climático en México.

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Desde la noche del 15 de septiembre, cuando interrumpió sus planes de cena y celebración de la noche de Independencia para armar con su gabinete el plan de atención a la catástrofe creada por el fenómeno meteorológico de la temporada, el presidente Peña Nieto apenas y ha tocado tierra. Del avión al helicóptero, de Acapulco a Monterrey, parando en Tamaulipas, para volver a la sierra de Guerrero y, a juzgar por las informaciones más recientes, mañana andará en Culiacán, donde las cosas parecen haberse puesto, también, feas. 

Además de la presencia del Presidente, la mayoría de los secretarios de Estado ha sido asignada a supervisar alguno de las entidades afectadas. No dudo que hay cierta intencionalidad política en la actividad presidencial, pero seríamos durísimos si no lo hiciera. Y lo seríamos con razón, porque la tragedia y la manera en que se responde a ella no son más que el resultado del absoluto fracaso de nuestro federalismo. 

Porque si somos honestos, más allá de que Peña vaya a obtener algún rédito político de sus viajes, nadie más que el gobierno federal es capaz de empezar a enfrentar este desastre. Hace unos meses el alcalde de Acapulco me dijo en entrevista que la ciudad no tenía para pagar la nómina del próximo viernes. Ni un centavo. Quebrados.

Y el gobernador tampoco tenía para prestarles. 

Situaciones similares me han tocado escuchar en los últimos años de otros alcaldes y otros gobernadores. No recaudan, todo el gasto les viene de la Federación; la mayoría, etiquetado y el resto lo gastan en obras de relumbrón que les permita construir una carrera política. No hay construcción de instituciones locales, ni ahorro, menos prevención.

Y algunos de los desastres tienen su origen en gobiernos locales que no supervisaron la construcción de una ciudad con cientos de condominios sobre un manglar, como en la zona Diamante de Acapulco, o en las costas de Sinaloa, o el algún suburbio tamaulipeco. Ni han sido capaces de construir alguna fuerza pública que controle un saqueo o que ordene una multitud para poder tomar un avión.

Así que qué bueno que el Presidente y su gabinete y nuestro Ejército, no me importa el nombre o el partido, viaje y atienda y se encargue. ¿O en serio preferimos a los presidentes municipales o algún gobernador…? 

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