Luz y sombra

Los alardes de prepotencia y autosuficiencia son 'gritos de callada desesperación'. Sin embargo, cuando recibimos gestos amables, atenciones, sale a la luz el YO verdadero y no el 'ego' mentiroso.

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Dios dijo: ¡Hágase la luz! y hubo luz. Dios vio que la luz era buena y la separó de las tinieblas.- Génesis I:3,4                              

Muchas personas prefieren quedarse en la superficie de ellas mismas. Sienten miedo de su interioridad porque temen descubrir los puntos dolorosos, las tendencias desagradables, los sentimientos vergonzosos y deseos malsanos que están ahí. Se refugian en el consumismo, en repetir frases “hechas” sin reflexionarlas. No quieren conocer su interioridad. 

La verdad es que, en la intimidad del ser humano, hay afectos insanos, heridas abiertas de la niñez y otros aspectos obscuros; sin embargo, hay también partes luminosas, sentimientos nobles, ternura y fortalezas que nos ayudan a rescatarnos, a sanar heridas, a superar muchas dificultades, a librar batallas que a veces se ganan y a veces se pierden pero que siempre nos enriquecen y ayudan a madurar como mejores seres humanos. 

Todos pasamos por momentos de confusión, miedo y soledad aun estando en compañía y es cuando más necesitamos aceptación y amor que derriben los muros que hemos levantado y todo porque dudamos de nuestra valía y tememos al rechazo. 

Alguien dijo que, muchas veces, los alardes de prepotencia y autosuficiencia son “gritos de callada desesperación”.  Sin embargo, cuando recibimos gestos amables, atenciones y escucha sin ser juzgados, sale a la luz el YO verdadero y no el “ego” mentiroso. 

En nuestra interioridad está la luz y nunca en lo externo. Cuando la persona hace contacto interior, descubre lo maravilloso que es ser ella misma.  En la claridad se es capaz de afrontar los retos de la vida, de elegir de lo bueno, lo mejor; de tratar bien a los demás y exigir el mismo trato; de aprender a trabajar por lo que se cree y quiere y también se aprende que un beso y un abrazo sinceros pueden ayudar a rescatar una relación que se creía perdida.  

Te propongo descubrir la luz que está en el interior de nuestro ser y con esa luz ir despejando la obscuridad, “la sombra” que nos angustia.

El ser humano está tan bien hecho que cuando busca en su interior, con la luz de su esencia divina, encuentra un cúmulo de riquezas para sí y para los demás. 

¡Ánimo! hay que aprender a vivir.

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