Maderas hay para santos, y otras para hacer carbón

Para el Día del Burócrata en el ayuntamiento, el presidente municipal, Carlos Mario Villanueva Tenorio, dispuso pagar a los sindicalizados todo lo pagable...

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Para el Día del Burócrata en el ayuntamiento, el presidente municipal, Carlos Mario Villanueva Tenorio, dispuso pagar a los sindicalizados todo lo pagable: incremento salarial, caja de ahorro, premio por antigüedad, dos días de asueto… Más de 20 millones de pesos, incluido el desayuno festivo, mientras que la otra mitad del plantel laboral, el de confianza, sigue tronándose los dedos cada quincena para intentar sobrevivir con su raquítico salario, porque las compensaciones, ni siquiera recortadas, han llegado.

Sé que el asunto ha sido repetitivo, que al júnior le han endosado toda clase de calificativos y, sin embargo, él solamente expresa que “serán los ciudadanos y la historia quienes lo juzguen”. Opino que debiera pagar ante la sociedad por traicionar a los chetumaleños que depositaron su confianza, no en Carlos Mario, sino en el hijo de Mario Ernesto Villanueva Madrid.

Su desempeño en la administración pública, fuera de control, con una enorme y notoria irresponsabilidad, llevó al municipio de Othón P. Blanco y a Chetumal, la capital del estado, a niveles impensados de vergüenza y desprestigio, a un grado tal de inseguridad, suciedad, pobreza y angustia, que hasta el más leal de los amigos de la familia habrá cuestionado (y lo hizo) la herencia genética de un hombre tan querido y respetado como su padre. ¡Con qué gusto los chetumaleños suplantarían a aquél por éste! ¡No quepa duda!.

La desigualdad en el criterio aplicado para el pago de compensaciones, que permitió a su más allegado colaborador, Rafael Rivero Aburto, comprar una residencia en el exclusivo fraccionamiento Andara, mientras que otros profesionales reciben pagas que apenas les permiten hacer despensa para la quincena, se sumó a la errónea toma de decisiones o, lo que es peor, a la falta de decisiones para sacar adelante el municipio, ya hipotecado de antemano por su predecesor, Andrés Florentino Ruiz Morcillo que tendría a cinco o seis policías municipales comisionados para su guardia personal, cobrando en el ayuntamiento y en la secretaría que encabeza.

Pero bien ha dicho Carlos Mario que él no vive del gobierno, porque si así fuera, tampoco podría explicar la adquisición de una camioneta Lincoln de color vino para su esposa, costoso vehículo que, quiero pensar, no salió de las arcas municipales, porque entonces ya no habría calificativo suficiente para él.

Lo que sí es un hecho es que como patrón de más de mil 500 trabajadores de confianza, Carlos Mario Villanueva Tenorio se excedió en el maltrato, porque fueron esos centenares de empleados los que pagaron por su falta de agudeza y madurez.

Y el asunto aún no acaba: de los millona-rios recursos contratados a la banca privada se había destinado una parte importante para el pago de compensaciones, de las que el ayuntamiento sigue arrastrando varios meses sin cubrir. Ahora resulta que los van a “rasurar” (como el coco de Omar Escalante Musa, el oficial mayor), sin mayor justificación que el hecho de que no alcanza el dinero. Y los concejales, esos que fueron igualmente motivo del voto ciudadano, no dejaron de cobrar íntegro su dinero, al igual que los colaboradores cercanos al presidente municipal, con compensaciones, según las malas lenguas, de hasta 85 mil pesos mensuales. Así, no hay erario que aguante.

Chetumal y su gente hemos visto ya la sombra de la decadencia en los servicios de todo tipo, con autoridades que han llegado al grado de solicitar el apoyo de la iniciativa privada para cumplir con sus más elementales obligaciones, como lo son la seguridad pública y el servicio de recoja de basura, con sus calles y avenidas hechas pedazos y, de no ser por la intervención de las criticadas Brigadas del Bienestar, los espacios recreativos hubieran corrido la misma suerte.

Ahora, la apuesta del ayuntamiento es terminar de “ahorcar” a los trabajadores de confianza para ver cuántos más renuncian.

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