Madurez y excelencia médica

El ambiente laboral se torna más amigable, menos tenso, se respira y percibe la unión y solidaridad en los momentos que más se necesita.

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Disfrutando de un café, recordábamos algunos pasajes de nuestra trayectoria como médicos institucionales. No fue hace más que un lustro, enfatizaba mi compañero. La plática se motivó por reciente supervisión sobre los logros en la implementación de estrategias de servicio.

Los tiempos cambian, y para bien, tanto por un lado como del otro. Me refiero en primera instancia a que con agrado vemos cómo  van quedando atrás las antiguas supervisiones coercitivas y van dando paso más bien a las asesorías con afán de mejora dentro de ese cotidiano actuar médico-administrativo. No se busca culpable, solamente que se corrijan los sesgos o procesos que no están bien encauzados. Esto más que crear zozobra o temor, se vuelven esperadas visitas, sabiendo que con la reorientación, encontraremos mejores caminos para alcanzar la excelencia.

Por otro lado, el ambiente laboral se torna más amigable, menos tenso, se respira y percibe la unión y  solidaridad en los momentos que más se necesita. Se convierten en tan solo pasaje histórico -en la mayoría de los casos-, las quejas estériles, zancadillas y quién hace menos. La permanente búsqueda de caminos para vencer la enfermedad, más allá de la adversidad, se hace patente y deja un buen sabor de boca.

Los de mayor experiencia, sin tener que decir nada, juegan su rol, toman las riendas y encauzan a los que van apenas incursionando en este terreno escabroso y lleno de difíciles obstáculos. Nuevamente esa amalgama de conocimiento, juventud y experiencia, pone cimientos imbatibles, en una nueva era, donde todos aprendemos de todos y nadie es más que nadie.

Cuando suceden estas cosas, las disfruto y me enorgullece pertenecer a la heterogeneidad de gente maravillosa, que en otra época fueron tus alumnos y ahora son faros de sabiduría acumulada. Ahora sí creo que se puede reconstruir el terreno perdido, cuando pensamos que era poco probable que volviéramos a pisar escenarios vividos con nuestros maestros de la medicina en los años 80 y 90. Un estilo de vida laboral diferente, pero con valores y principios al alza.

Me vería fatalista, pero les digo que siento  -si fuese necesario hoy-  que puedo partir tranquilo. El tren continuará su viaje sobre rieles sólidas y jalando parejo. Hasta hoy, ningún otro servicio veo que esté alcanzando su pleno desarrollo.

Gracias a todos por participar en esta etapa de mi vida, de forma madura y demostrando que las semillas sembrada fructifica, y mañana será sólido árbol, que dará no sombra, sino más bien cobijo a quien busque su abundancia.

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