Maduro, Putin… ¡cómo nos acobardan!
El mandatario de Panamá sugirió que la OEA promoviera un diálogo en Venezuela para mitigar la ominosa atmósfera de enfrentamiento que vive el país.
Los matones son los que mandan. Y, los demás, bien calladitos que se quedan, en su rincón, extrañamente atemorizados. Temen que les caiga encima lo que le pasó al presidente de Panamá. Se le ocurrió al hombre sugerir que la Organización de Estados Americanos promoviera un diálogo en Venezuela para mitigar la ominosa atmósfera de enfrentamiento que vive el país. Pues el señor Maduro le respondió con la ruptura pura y simple de las relaciones diplomáticas y comerciales entre las dos naciones. Le dio 48 horas al embajador panameño que abandone el país, junto con otros tres funcionarios.
¿Cómo va Panamá, por cierto? Pues, está mejorando constantemente su Índice de Desarrollo Humano y en 2014 tendrá uno de los mejores desempeños económicos a nivel mundial, con siete puntos porcentuales de crecimiento, el índice más alto de todo el continente americano. Y, en lo que toca a las libertades, es un país perfectamente democrático: Mireya Moscoso, elegida presidenta bajo las siglas del Partido Panameñista en 2009, le trasmitió el poder sin ningún problema a Martín Torrijos, del Partido Revolucionario Democrático, y ahora gobierna Ricardo Martinelli, de Cambio Democrático. Y, aunque ha descendido en el lista de libertad de expresión elaborada por la organización Reporteros Sin Fronteras, sigue estando por encima de la mayoría de las otras naciones latinoamericanas. En todo caso, pueden estar bien orgullosos los panameños.
¿Y Venezuela? Es un auténtico desastre de país: un caudillo desafortunadamente carismático (el ideal del líder político, en las democracias liberales de la modernidad, es el de un tipo que administra meramente la cosa pública, sin mayores sobresaltos y sin heroicidades innecesarias, con un perfil bajo de necesidad porque no necesita, en manera alguna, de la adoración de unos ciudadanos que se contentan, por su parte, de que les sean aseguradas las condiciones para vivir tranquilamente su cotidianidad: buenos servicios, calles pavimentadas, transporte público eficiente, hospitales con atención adecuada, seguridad, leyes justas, legalidad, etcétera, etcétera) se dedicó, desde el momento mismo en que pudo sentarse en el trono, a implementar una estrategia de acoso y derribo de las instituciones democráticas. Y así, años después, en Venezuela se esfumó la independencia de los Poderes del Estado, se cercenaron las libertades individuales, se instauró un nocivo modelo económico estatista y confiscatorio, se consagró un esperpéntico discurso público como modelo de comunicación a los ciudadanos, se promovió la más ridícula demagogia populista-nacionalista-revanchista y se dilapidó de la manera más escandalosamente irresponsable —en dádivas concedidas a las clientelas, en ayudas al régimen cubano y en programas torpemente implementados— la fabulosa riqueza generada por unos extraordinarios ingresos petroleros.
Hoy, el sucesor de aquel gorila “bolivariano”, ya santificado oficialmente luego de su inesperado deceso, se empantana en unas fantochadas tan ridículas como amenazantes (después de todo, la persecución, la represión, las tácticas de corte fascista del aparato del Estado, y el propio matonismo del personaje, son bien inquietantes) y se emperra en continuar unas políticas públicas absolutamente destructivas para Venezuela. Pero, a pesar de que los primerísimos damnificados del mal hacer son los propios venezolanos (y de que los derechos humanos son pisoteados de la manera más flagrante), los dirigentes políticos de la comunidad latinoamericana guardan un indigno silencio. Es la “prudencia” de los tibios, de los que, por alguna extrañísima razón, se acobardan cuando se les aparece el matón del barrio siendo que tienen todas las armas para ponerlo en su lugar. También Putin, ese impresentable mandamás de Rusia al que le gusta enseñar músculo descaradamente, se puso gallito, con el tema de Ucrania-Crimea. ¿Qué hace la Unión Europea? Pues, se esconde.
No entiendo…