Mal humor

En este ambiente de mal humor social resulta pertinente advertirle a la sociedad sobre el peligro de que seamos víctimas de los demagogos y los populistas.

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Actualmente la situación política y, por tanto, económica, es de gran fragilidad en los países más poderosos del mundo, que han sido acompañados de una tediosa espera por parte de las sociedades que los integran, dado que los avances ofertados en campañas políticas no se cumplen, por lo que sospechan que la integración de los mercados de todos ellos, en un mundo globalizado, no dio los resultados esperados, no para sus clases dirigentes, sino para los ciudadanos. 

De ahí que un pueblo como el británico haya votado por salir del Mercado Común Europeo sin considerar los pros de la unión; sólo importaron los viejos resabios de un añejo anhelo de ser de nuevo  un gran imperio y tener sojuzgadas a un grupo de colonias cuya explotación, al viejo estilo, les permita niveles de vida aún superiores a los que hoy tienen.

En tanto que para nosotros, en México, el asunto se complica aún más, pues la gente de  nuestro poderoso vecino y principal socio comercial muestra síntomas de sufrir la misma irritación que el pueblo inglés. De hecho el Sr. Trump, en su campaña electoral, exacerba similares sentimientos a los que provocaron el Brexit y utiliza los mismos argumentos anti migratorios y  raciales, aduciendo que los norteamericanos han perdido empleos y oportunidades desde la firma del TLC, y reclamando la urgente necesidad de levantar un gran muro en nuestra frontera, planteando demagógicamente que debemos costearlo nosotros, lo   que indigna a las generaciones que luchamos por derribar el muro de Berlín, que al dividir Alemania, después de la Segunda Guerra Mundial, separaba a oriente de occidente.

A ello le debemos agregar aquí una descomposición de la política que ha puesto en crisis la credibilidad de los gobiernos, Federal y estatales, sin importar a qué partido pertenecen: actos de corrupción por parte de los mandatarios, falta de seguridad pública, desconfianza en los actos de gobierno y otros asuntos similares, como la intransigencia  de las organizaciones políticas y sociales, todos vinculados con la política, que cada día sumerge más a la población mexicana en un humor social muy peligroso.

Porque si en términos individuales la irritación y el desengaño no son buenos consejeros y pueden conducirnos a tomar decisiones erróneas, cuando tales sentimientos se apropian del espíritu general de la sociedad y ocasionan el desencuentro con nuestras instituciones, pueden empujarnos a tomar caminos inadecuados que, en lugar de bregar a favor de la solución de nuestros problemas, sólo consigan contribuir a su agravamiento.

En este ambiente de mal humor social resulta pertinente advertirle a la sociedad, como hizo Aristóteles en su época, sobre el peligro de que seamos víctimas de los demagogos y los populistas, su manifestación actual.

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