Mancera, o el que con niños se acuesta…

Olvidó que con los ultras no hay diálogo posible, porque la esencia del ultra es descalificar.

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Miguel Ángel Mancera quería seguir reparando la relación con la Comisión de Derechos Humanos del DF (CDHDF), estropeada desde los tiempos de Marcelo Ebrard. Por eso aceptó sin condiciones la invitación de la presidenta Perla Gómez para asistir y dar un mensaje en la ceremonia donde se presentaría el informe 2013 de la Comisión.

No sabía que en el auditorio de la CDHDF aguardaban para cazarlo una decena de “anarquistas”, invitados también por la señora Perla. Al detectarlos, el equipo de Mancera preguntó de qué se trataba. Ella los tranquilizó diciéndoles que no habría problema, que eran amigos.

Eran amigos, en realidad, de los presos por los hechos violentos del 1 de diciembre de 2012. Su objetivo era gritarle represor a Mancera y reventar el evento. Lo consiguieron.

Cuando Mancera estaba en el podio, Nuria Ramírez subió a la tarima con una pancarta para vociferar y arengar. El jefe de Gobierno soportó unos momentos hasta que el cuerpo de seguridad lo convenció de que lo mejor era retirarse.

La señora Perla diría más tarde que lamentaba lo ocurrido y que exhortaba a “respetar los espacios públicos de diálogo”. Supongo que lo expresó con la sonrisa del que se sale con la suya al “cobrárselas a un hombre del sistema”.

Visto desde fuera, no hay sorpresa. Mancera pecó de ingenuidad. Olvidó que con los ultras no hay diálogo posible, porque la esencia del ultra es descalificar, sabotear, violentar, agredir. Tal como lo hicieron en diciembre de 2012. Tal como lo hicieron ayer.

Culpa de Mancera. Como dice el dicho: el que con niños se acuesta…

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