Mancera sigue en lo suyo

El jefe de GDF, a pesar de todo (y de que su carrera política va a la baja, según dicen), mantiene las formas y exhibe una ejemplar serenidad.

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Le ha caído también mucha lluvia al techo de Miguel Ángel Mancera: como principal autoridad de una ciudad donde se escenifican deliberada y arteramente todas las manifestaciones de la “protesta social” (y con el propósito intencional, además, de fastidiar directamente a los ciudadanos), le correspondería, en principio, salvaguardar las garantías de sus propios gobernados antes que asegurar, con tan despreocupada magnanimidad, ese derecho de terceros a la “libertad de expresión” que, en los hechos, no es otra cosa que la facultad de hacer lo que te venga en gana en la capital de todos los mexicanos.

Lo repito: los primerísimos afectados son cientos de miles de habitantes de una ciudad que ya es de por sí lo suficientemente caótica como para que se aparezcan hordas de vándalos a bloquear avenidas, a impedir el paso, a destrozar mobiliario urbano y, cosa no menor en una urbe que es visitada por turistas de todo el mundo, a afear plazas históricas y a perturbar la armonía del espacio público.

Nos queda muy claro el carácter ceremonial de Ciudad de México en tanto que escenario elegido por toda suerte de agitadores: no van a lanzar sus fieras proclamas a Tuxpan ni a Tulancingo sino que buscan los reflectores de una megalópolis que, por si fuera poco, es desaforadamente egocéntrica. Pero, justamente, al alcalde, o como se llame, es a quien le toca, de refilón, pagar los platos rotos. Y hemos visto que el hombre, a pesar de todo (y de que su carrera política va a la baja, según dicen), mantiene las formas y exhibe una ejemplar serenidad. Se lo puede permitir: para empezar, la vida da muchas vueltas. Y, sobre todo, 2018 está todavía muy lejos en el horizonte.

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