Manos a la obra

Postergar las cosas no es parte integral de la personalidad, es una mala actitud. Una de las razones es el miedo al rechazo y/o a no “dar la talla”.

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No hay nada más cansado que una tarea pendiente.- William James, psicólogo 

El hábito de “dejar para después” cosas que son realmente importantes puede ser muy nocivo e incómodo, no sólo para quien se comporta así, sino también para con quienes convive, ya sea la pareja, familia, amigos, compañeros de trabajo, etc. 
“Dejar las cosas para después…” tiene resultados desastrosos, estrés, ansiedad y tristemente a la persona se le cataloga como “Indolente y poco confiable”. También sufre su economía pues al no pagar a tiempo la tarjeta de crédito, los intereses aumentan la deuda. Acumulan papeles obsoletos, ropa que no usan o está inservible. Lo peor es que ese desorden crea caos en la mente y en el espíritu. 

Postergar las cosas no es parte integral de la personalidad, es una mala actitud. Una de las razones es el miedo al rechazo y/o a no “dar la talla”. Dichos temores tienen el poder de paralizarnos, sin embargo, al afrontarlos podemos superarlos. 

Es común en los seres humanos retrasar las tareas que no nos gustan, pero, en la vida, hay tareas poco agradables que hay que hacer o de lo contrario acarreará sinsabores y estrés. Es muy fácil dejar para “mañana…” una rutina de ejercicios físicos y un régimen de alimentación sano para bajar de peso, sentirse bien de salud y lucir mejor. Hacerse el chequeo médico para ver el funcionamiento del cuerpo, que es el único que tenemos, (no se encuentran repuestos en venta). Siempre es mejor “prevenir que remediar”. 

Es asombrosa la cantidad de sentimientos agradables que se generan después de llevar al cabo tareas poco agradables pero necesarias. El sentimiento de “culpabilidad” desaparece. Hay que evitar el diálogo interior: “Qué horror, odio hacer esto” cambiándolo por “qué bien me sentiré cuando haga la limpieza de mi escritorio, de mi closet; cuando vaya al médico; coma sano y haga ejercicio físico”. 

Es un buen aliciente para hacer algo que no es fácil y/o agradable la “recompensa” al terminar la tarea. Puede ser una humeante taza de café, charlar con un buen amigo, tomarnos una breve siesta, revisar folletos para planear vacaciones; en una palabra, “recreación”, es decir que podemos crearnos de nuevo, sacar al niñ@ interior que es divertido y le gusta jugar y ser espontáneo como correr por un parque, montar bicicleta, nadar y zambullirse. La razón es que si no hay nada de placer al final del trabajo más que “más de lo mismo”, ¿para qué lo hacemos? Experiméntalo y verás ¡qué bonito!

¡Ánimo! hay que aprender a vivir a vivir.

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