Manual para destruir un paraíso

Cancún es una fiesta a campo abierto donde no hay restricción para ingresar y hacer lo que te venga en gana.

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Quintana Roo fue hasta principios de la década de los 90 un territorio apacible donde los contados asesinatos y otros delitos de alto impacto eran asimilados con espanto por una sociedad ingenua que en esos tiempos tuvo una sencilla explicación para los zarpazos de la maldad: son gente de fuera.

Cancún era un destino turístico en acelerado desarrollo, con alcaldes que eran enviados por el gobernador. El último no cancunense fue el sureño Carlos Cardín Pérez, quien en el proceso de 1993 formó “la mancuerna del cambio” con Mario Villanueva Madrid, candidato del PRI a la gubernatura.

Los ocasionales aseguramientos de cocaína en nuestros litorales tenían otra explicación gubernamental: nuestro estado es trampolín para el envío de droga colombiana a Estados Unidos. Los consumidores eran ciertos turistas, y todo mundo estaba muy a gusto porque la calma se mantenía, aunque ciertos avisos indicaron que el paraíso estaba tibiamente amenazado, pero nada de cuidado.

Rafael Aguilar Guajardo – de los fundadores del Cártel de Juárez– fue acribillado en la zona hotelera de Cancún, el 12 de abril de 1993. Una turista canadiense murió en el tiroteo. Mario Villanueva cumplía su primera semana como gobernador.

Cancún es una fiesta a campo abierto donde no hay restricción para ingresar y hacer lo que te venga en gana; marejadas de mexicanos procedentes de varias entidades han desembarcado a cada hora, atraídas por el empleo y la posibilidad de lograr “el sueño americano” en su casa. Las oleadas son incesantes y colocaron contra la pared a este destino, ya que sus indicadores de desarrollo económico son adversos.

Cancún concentra la mitad de la población de nuestro estado, y es un mercado muy atractivo para los cárteles del narcotráfico que llegaron primero a cuenta gotas, y que se desarrollaron como la maleza en temporada lluviosa. Mañana continúo.

La reacción de Remberto Estrada 

Y hablando del desafío que enfrenta Cancún, su alcalde Remberto Estrada Barba tuvo una reacción contundente en la roja jornada de este martes. Una condena enérgica de joven presidente municipal y el oportuno anuncio de que están “trabando de manera muy estrecha con el gobierno federal y el gobierno del estado para reestablecer el orden público”. 

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