Marica y puñal, palabras proscritas
Ahora ya no se podrá usar puñal cuando dos periodistas discutan porque el aludido puede llevar a juicio al defensor.
Pareciera un asunto de poca monta e inclusive podría prestarse al chacoteo –hay asuntos más relevantes que dos palabras y un pleito entre periodistas, sin duda-, pero las cosas no son tan sencillas si se les mira un poco más en profundidad.
Este es el caso: un periodista poblano, Armando Prida Huerta, dueño del diario Síntesis, demandó a un colega suyo, Enrique Núñez Quiroz, que publica el rotativo Intolerancia, porque lo tildó de puñal y dijo que en su periódico publican muchos maricones.
Entonces se armó la de Dios es padre, una rebambaramba de tales proporciones que llegó hasta la Suprema Corte de Justicia de la Nación, cuya Sala Primera, a propuesta del ministro Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, dictaminó que adjetivos de ese calibre no están protegidos por la Constitución porque no son fruto de la libertad de expresión, sino “expresiones homófobas”, pues son “un discurso consistente en inferir que la homosexualidad no es una opción sexual válida, sino una condición de inferioridad” y que constituyen “manifestaciones discriminatorias” mediante las cuales “se incita, promueve y justifica la intolerancia hacia la homosexualidad” (boletín oficial de la SCJN No. 046/2013).
Que la Corte intervenga en este tema nos da pie a señalar la importancia de las palabras (que muchas veces no sólo designan sino también definen). Maricón es un término peyorativo para designar a un homosexual, pero en su origen etimológico es inocuo: viene de María (Marica hipocorístico) y se decía a las mujeres y a los hombres que tenían nombre compuesto: Juan María (Marico). De puñal poco se puede decir. Se le llama así a un cuchillo, desde luego, pero no se sabe por qué se le dice así al homosexual.
Lo cierto es que ahora ya no se podrá usar puñal cuando dos periodistas discutan porque el aludido puede llevar a juicio al ofensor. Menos le podrá decir maricón porque va a parar ante la ley. Ojalá así se eleve el nivel del debate y se funde en ideas y argumentos. En Yucatán, sin embargo, quizá podamos seguir diciendo cancalás.