Los gobernantes del DF y Morelos, Miguel Ángel Mancera y Graco Ramírez, tienen una coincidencia que, de concretarse, de ocurrir, podría comenzar a cambiarle el rostro a México y América Latina.

Platiqué con los dos ayer sobre el tema de la legalización de la mariguana. Mejor dicho, de cómo ampliar el marco legal existente. Sus discursos son muy parecidos, diría que idénticos: estudiar el caso sin prejuicios ni entusiasmos desmedidos, consultarlo con especialistas y ciudadanos y, si el saldo es en tono luz
verde, elaborar iniciativas para sus respectivos congresos locales.

Les pregunté si se trataba de un compromiso de a de veras o era meramente ir pateando el bote por pura corrección política para al final no llegar a ninguna parte. Escuché dos discursos bien articulados sobre el derecho a la privacidad, no criminalizar el consumo, no castigar a personas cuya salud se trata de proteger. Palabras contemporáneas, sentido común, deseo de encarar el desafío.

Los dos aseguraron que los foros en forma y las consultas iniciarán pronto. Si se hacen, si el común denominador apunta a la legalización, si el grueso de los ciudadanos no la reprueba en consultas, Mancera y Graco estarían frente a la oportunidad de ganar el voto en sus congresos. Si ganaran, lo cual no es improbable, surgiría el primer corredor de mariguana libre en el país y el continente.

Así de cerca podemos estar del cambio: uno, dos, tres años. En el entendido, claro, de que Mancera y Graco estén hablando en serio.

Y me quedé con la impresión de que lo están haciendo.