Más allá de 140 caracteres

Un escenario interesante plantearon las redes sociales en la elección del pasado domingo.

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Un escenario interesante plantearon las redes sociales en la elección del pasado domingo. La realidad y la web constituyeron dos espacios que en ciertos momentos se complementaron, y en otros, se ignoraron dependiendo de las necesidades de los candidatos y los ciudadanos. 

Nosotros, usuarios de las redes sociales, sabemos muchos tejemanejes de los partidos en internet, reconocemos los ataques, falsedades e incluso realidades cubiertas de sensacionalismo con los que se intenta ganar el voto y los hacemos parte de nuestras variables a la hora de decidir. 

De hecho, nosotros tomamos muchísimo más en cuenta el desempeño en Twitter y Facebook de los aspirantes que sus propias propuestas (a fin de cuentas, puras palabras), y con eso, determinamos el sentido de nuestro sufragio y plática política. Un razonamiento muy moderno, casi “millenial”, pero también, muy ajeno a la realidad social cancunense. 

Mientras debatíamos en el “timeline” de las redes sociales, la abrumadora realidad hizo también su trabajo en la campaña, alejada de las pantallas y cercana a las necesidades de una comunidad necesitada de obras sociales tangibles y a la que poco importan los “likes” de Facebook o la guerra en Twitter contra los “bots”.

La cuestión no está en la gente que no tiene acceso a internet, sino en nosotros, los que contamos no únicamente con acceso a los medios digitales, también con la “capacidad intelectual” para observar la realidad sin apasionamientos e informados gracias a la web. Desafortunadamente, en esta elección no nos bajamos de la torre de marfil: nuestros comentarios, críticas y “memes” versaron muchísimo sobre los “chistes” que los candidatos nos ofrecieron con sus publicaciones y fotografías, pero no tocamos lo que la gente vive en sus colonias, las carencias o contrastes insultantes de una destino de clase mundial, y las regiones sumidas en el olvido. 

La victoria impensable 

El triunfo y derrota de los aspirantes a presidente municipal asombró a muchos quintanarroenses que navegamos por las redes sociales. En algunos municipios, las victorias nos dejaron con el ojo cuadrado de la perplejidad, pues en nuestra visión digital, las razones para votar o no votar por algún personaje eran muy evidentes y diáfanas, pero olvidamos que la vida no se constriñe a ciento cuarenta caracteres, a un “me gusta” o comentario en Facebook. 

En las redes tenemos la costumbre de acusar, de señalar con saña y burla las fallas de la gente. Creamos “ladies”, “lords” y “gentlemen” por cualquier estupidez, mientras la realidad hace su trabajo aún más desdeñable y cruel que un simple pleito a gritos entre un cliente y una mesera. Las elecciones municipales y a miembros del Congreso en Quintana Roo, sacaron a la luz un doloroso escenario: una corte de “ladies”, “lords” y “gentlemen” que viven cómodamente rodeada de información, pero incapaz de aplicarla a fondo. 

Nosotros somos esa corte de ilusos. Nosotros, los usuarios de redes sociales, recibimos con los resultados de la elección a diputados y presidentes municipales, un baño de agua helada, una ducha de realidad cruda que (y esto es lo peor) sabemos que existe, pero no supimos llevar a nuestro escenario, difundir para informar, informar para convencer. 

Preferimos criticar la despensa, el frutsi y el billete de quinientos con fotografías de otras elecciones; nos decantamos por “hacerla de políticos” con demagogia y puras palabras, pero fuimos incapaces de salir a la calle y evidenciar nuestra realidad y carencias, esas que aderezadas con el toque digital de las redes sociales, bien pudieron cambiar el sentido de la jornada, no con retórica política, sino con hechos palpables. 

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