Más ciencia, menos “elefantes”

Tanto en la academia como en los medios de comunicación y otras instancias se insiste, desde hace una década, en una correlación entre el crecimiento económico...

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Tanto en la academia como en los medios de comunicación y otras instancias se insiste, desde hace una década, en una correlación entre el crecimiento económico y la capacidad para producir conocimiento. No es necesario ser experto para advertir una disminución en la capacidad para producirlo; no por falta de potencial intelectual, sino por escaso presupuesto, burocracia, fuga de cerebros o pésima planeación, entre otras fallas.

Un ejemplo local: El Consejo Quintanarroense de Ciencia y Tecnología tiene proyectos en espera de recursos, autorizaciones y voluntad para desarrollarlos, aunque sería ya imposible consolidarlos dada la cuenta regresiva de la actual administración. Es lamentable que esta información sea compartida en la recta final, cuando poco o nada se puede hacer. Suena más bien a pretexto.

En una nota informativa publicada en Novedades Chetumal, Víctor Alcérreca Sánchez, director general del mencionado organismo, reveló un centro de investigación dirigida al turismo que no ha podido prosperar por limitaciones como presupuesto y normas rígidas. Preparado hace cuatro años aproximadamente, el proyecto requiere por lo menos 65 millones de pesos.

La fuente consultada por el reportero criticó “la desventaja que representan los trámites burocráticos y administrativos lentos”, “la propia actitud y la poca visión de los evaluadores de los proyectos”, así como “los análisis cada vez más fuertes de las auditorias”.

Todo un lío impulsar iniciativas que podrían apuntalar rubros que necesitan constante inversión como el turismo, u otros sectores productivos, pues desgraciadamente en estos asuntos se depende del sector público por no modificar la estrategia mediante incentivos para que los privados incrementen su participación, como sucede en otros estados y países incluso de menor desarrollo.

Basta de construir “moles” de concreto sin uso, seguir alimentando a tantos “elefantes blancos” y derrochar en lo que no merece. Ojalá que los próximos servidores públicos sepan distribuir mejor. La ciencia y la tecnología constituyen dos de los factores más importantes para el desarrollo.

 Volando bajo

En noviembre de 2014 opiné en este mismo espacio en torno a la observación de aves en Cozumel, una opción real, atractiva, totalmente ecológica y única en esta región, para diversificar el turismo.

Sostuve entonces: “Se recibe cada año más de 80 especies diversas de aves en su ruta debido al cambio de estaciones. Dentro de las avistadas existen más de 240 especies que al menos han llegado una vez a estos ecosistemas. De las cuatro rutas migratorias en el continente, dos tienen escala en la ínsula, lo que enriquece el panorama”. Los datos fueron proporcionados por la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas.

Hace algunos días una denuncia alertó al personal de la Subdirección de Ecología sobre personas que capturaban aves: se trataba de supuestos especialistas de la UNAM sin los permisos ambientales, por lo que dieron parte a las autoridades federales. Se fueron sin más.

Se desconoce con precisión el daño cometido, como también si ha habido otros “investigadores” de paso o cazadores furtivos aniquilando la fauna. Lo que se sabe con certeza es que ni las autoridades ni los turisteros lograron promover actividades reguladas con la intensidad que amerita un mercado de 47 millones de personas en el mundo, según la publicación estadunidense U.S. Fish & Wildlife Service.

La avifauna mexicana representa el 11% de todas las aves del planeta y este municipio tendría aproximadamente el 20% de ese total, lo cual no se aprovecha para fomentar el ecoturismo como muchos desearían. Una pena.

Se necesita más diversificación y más cuidado.

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