Más dinero a la basura
El problema de los ambulantes en el Centro Histórico de Mérida se va a seguir tragando millonadas de dinero y no se va a resolver.
Ya me parezco a “aquel que clama en el desierto”, como se llama a Juan Bautista en los evangelios, pero no importa, voy a seguir diciendo que, mientras se mantenga el injusto estado de cosas y se sigan produciendo pobres a comaladas en el capitalismo rampante que impera (el reino del mercado, donde cada quien arrebata su parte y que se jodan los demás), el problema de los ambulantes en el Centro Histórico de Mérida se va a seguir tragando millonadas de dinero y no se va a resolver.
Si siguen con la misma trillada e inoperante receta de tratar de “incorporarlos a la formalidad” y con la prioridad de “hacerlos causantes” en vez de entes productivos, ya podrán encerrar a algunos en casas y casonas –y gastar todo el dinero que quieran (total no es del Ayuntamiento ni del Patronato y menos del comercio organizado)- y el problema se va a mantener.
Se trata de generaciones de meridanos que han hecho de la calle su medio de sustento porque el injusto sistema imperante no les ha dejado otro camino.
Su pecado es que son pobres y han sido históricamente explotados por líderes venales y cómplices en las esferas de gobierno, no de hoy, sino de siempre.
Ya estoy viendo a las señoras palanganeras y a los señores tamaleros, eloteros y cacahuateros o huayeros encarcelados en una mansión que es resabio de las épocas de explotación inicua de sus ascendientes.
Van a vender como locos y hasta refuerzos van a pedir y su contribución al fisco va a hacer saltar de gozo a los agentes del SAT. ¡Cómo no!
Yo no sé si vivo en otro mundo o carezco de las luces de esos brillantes estrategos del municipio y los empresarios, pero no me puedo imaginar siquiera el cuadro de palanganas y huacales enfilados dentro de esas mansiones –que nos van a costar $80,000 al mes- con pacientes vendedores esperando a su clientela habitual que es la que pasa por la acera.
Menos a esas humildes personas haciendo su declaración de impuestos. No cabe bajo mi sombrero.