Más que la yerba, la libertad

La mariguana no es más dañina que el alcohol o el tabaco y a nadie se le ocurre pedir que se prohíban.

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El miércoles , si no se aplaza de nuevo el fallo, la primera sala de la Suprema Corte de Justicia decidirá en torno a un tema que va más allá del consumo “con fines recreativos” de la mariguana. El humo –y no de la yerba- en torno a este asunto dificulta mirar con profundidad lo que está a discusión en esa sala.

Y el quid de la cuestión es, me parece, que se trata de definir el ámbito de libertad del individuo y el papel del Estado como garante de esa libertad. Más allá de si a cuatro personas les va a autorizar o no la máxima autoridad judicial sembrar, transportar y consumir mariguana “con fines recreativos”, se trata de definir hasta dónde puede llegar el Estado sin lesionar la libertad personal, no sólo la de quienes hagan uso de la yerba para los objetivos que les vengan en gana.

Hasta ya entrado el siglo XX y en Estados Unidos fue que se prohibió la siembra de la cannabis –una planta que, aparte de generar euforia en quienes la consumen- tiene (o tuvo) muchos usos en la industria textil (la bandera de la independencia de EU fue elaborada con fibra derivada de cannabis), del papel y la alimentación. El cáñamo, una fibra que ha acompañado al hombre durante miles de años, se obtiene de la cannabis. 

El hipócrita gobierno estadunidense ha sido quien criminalizó primero la cannabis y luego presionó a otras naciones, entre ellas México, para seguir sus pasos y lo hizo no con fines de preservar la moral social, sino  movido por intereses pecuniarios, porque lo presionaron grandes consorcios a los que no convenía que se siguiera produciendo cáñamo como materia prima textil y de la industria del papel.

La mariguana no es más dañina que el alcohol o el  tabaco –conozco a personas que la consumen habitualmente y funcionan en la sociedad- y a nadie se le ocurre pedir que se prohíban. 

En el fondo, subyace el tema de la libertad y el papel del Estado como garante de la misma. De eso debemos estar pendientes. Y despreocúpese, si lo aprueban los ministros, no va usted a ver mariguanos por todos lados. Al menos no más que borrachos.

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