Me llueven los ojos

Cerré los ojos con fuerza para evitar que se escapara su imagen de mi mente mientras permanecía parada entre una multitud que ignoraba su ausencia o mi presencia

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No estoy llorando, me cayó lluvia en la cara, repliqué mientras me secaba la evidencia de que a veces el cielo también llora, y le miré divertida, a través de un silencio incómodo del que me quería deshacer, a besos, pero en vez de eso le dediqué una amplia sonrisa disimulando muy bien y capturé el momento para recordarlo después.

Confieso que en ese instante le robé sus sonrisas, su risa, sus miradas, su anhelo, su deseo. Le robé todo eso y más, sin que se diera cuenta, le robé hasta lo inimaginable, le robé todo y al mismo tiempo no le robé nada.

Pues si bien conservar algo que me ayude a recordarlo sería admitir que le puedo olvidar, como en voz del personaje más apasionado por el amor declaró cierto dramaturgo. La idea me resulta surrealista, incómoda, casi dolorosa.

Así que cerré los ojos con fuerza para evitar que se escapara su imagen de mi mente mientras permanecía parada entre una multitud que ignoraba su ausencia o mi presencia,  viendo cómo se alejaba, sin poder evitarlo, hacia donde se oculta el sol mientras a mi me tragaba la noche, presenciando como crecía la distancia, casi tangible, a cada paso que daba hacia el final del día, lejos de mí, sin mí.

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