Medallas olímpicas, mala inversión
Si México no va a los JO en Río y Castillo logra sus loables objetivos, lo único seguro es que no se cante en Brasil el Himno Nacional...
Supongamos que México no va a los Juegos Olímpicos de Río 2015, lo cual no creo que suceda. ¿Qué repercusiones tendría si se concretara la advertencia del Comité Olímpico Internacional? La primera sería que los atletas mexicanos compitieran bajo la bandera blanca del COI, de modo que su “ciclo olímpico” no se interrumpiría. La segunda, positiva, sería la oportunidad de sanear las estructuras carcomidas por la corrupción y el afán de lucro de las federaciones. La tercera, que el país se ahorraría millones de pesos que son los que peor tasa de ganancias proporcionan.
Unas cifras ayudarán a ilustrar el tema: en Londres 2012, México, con un delegación de 102 atletas, obtuvo siete medallas: una de oro (en futbol), tres de plata y tres de bronce y se ubicó en el sitio 39.
La inversión en cada deportista de alto rendimiento (600) fue de 583,333 pesos en promedio ese año (350 millones en total), pero la Conade recibió el presupuesto más alto de la historia: 6,176.5 millones de pesos. Si usted divide el presupuesto de la Conade entre el número de medallas obtenidas tendrá una escalofriante cifra de 882.3 millones por presea. Cuba ganó, con 110 representantes, en Londres, 14 medallas (el doble de México): cinco de oro, tres de plata y seis de bronce y no gastó ni la quinta parte que el país.
Las millonadas que manejan a discreción federaciones deportivas –y por las cuales no quieren rendir cuentas- provienen de las arcas que nutrimos los causantes mexicanos, de modo que es de justicia y de decencia que digan cómo y en qué invierten ese dinero y expliquen por qué los rendimientos que genera son ínfimos en términos deportivos. No deberían esperar que venga nadie (así se llame Alfredo Castillo y sea consen del presidente) a exigirles claridad en sus números.
Si México no va a los Juegos Olímpicos en Río y Castillo logra sus loables objetivos, lo único seguro es que no se cante en Brasil el Himno Nacional, pero a cambio se alcanzará un objetivo mayor: que el dinero por fin se invierta con claridad y vaya a quienes deben ser sus destinatarios: los deportistas. Lo merecemos.