En memoria de ella

Tu ausencia la siento muy presente en los espacios de la casa que hiciste tuyos. Es como si el ayer agujerara al presente.

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Es una dolorosa ironía, me digo. Tu ausencia la siento muy presente en los espacios de la casa que hiciste tuyos. Es como si el ayer agujerara al presente presumiendo tu existencia que sólo él gozó.  Pienso dejar que el mismo tiempo que te arrebató de mí me devuelva la serenidad en esos meses en que debías crecer, hacerte más grande. 

Tengo en la orilla de mis labios palabras leídas en algunos libros que pueden expresar mi agravio.  Las de Sergio Pitol sobre la 'herida del tiempo' son unas cuantas, ese tiempo que se te acabó antes de que realizáramos los paseos en el parque porque serías adulta o el dormir juntas la primera noche en nuestra propia casa, esas palabras que ahora me calan: 'A partir de cierta edad toda modificación que uno descubre en el entorno adquiere un carácter de agravio, una dolorosa mutilación personal'. Te habías vuelto parte de mi entorno, mi habitual y fiel compañera los días que me quedaba sola escribiendo esta columna o leía cuando no me exigías atención con mordiscos. Los espacios de la casa pesan por el vacío.

Desapareciste un domingo. Pero aún te veo sentada en el patio contemplando la lluvia de la tarde, jugando sola a medianoche con tu pelota, ladrándome quejumbrosa porque subía los pies al sillón y no podías mordérmelos. 
Recuerdo tus tres patitas blancas y una negrita, tu pelaje café y tus orejas negras, tu pecho blanco. Parecías un café con leche espumoso. Mi familia decía que parecías un peluche. Mi abuela me preguntó si eras de verdad.
Sólo dos perros he tenido, la primera estuvo siete años y tú apenas estuviste dos meses conmigo. Eras apenas una pequeña, muy noble, que no merecía irse así. 

A veces, cuando camino a la cocina de noche,  sigo buscándote con la mirada. Lo mismo si veo a tu madre cuyas orejas y ojos heredaste tú. Te escucho en los ladridos de tu hermano.  Lo único que me queda es una fotografía donde apareces acostada entre mis pies. Dormías profundamente, no más que ahora.

Sólo sé que alguna vez nos volveremos a ver. Sólo sé que te quedaban más lluvias por ver, Chubi.

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